jueves, 8 de septiembre de 2011

Agosto



En un edificio público - hospital u oficina - contemplamos, un momento, una reproducción en los pasillos de una obra de Van Gogh. (La obra es la conocida recreación de un tema de Millet, "La siesta", de 1890). Apenas se percibe. Van Gogh, como algunos otros, entra en el catálogo acostumbrado de estampas para la decoración de cualquier edificio público.

Una imagen, un instante, en la reproducción del cuadro. En la era, dos campesinos duermen sobre un almiar. El momento del mediodía.

Pero lo que me impresiona, por un momento, no es ello, la escena que el lienzo recrea, sino el espacio que queda entre ellos, abierto entre el primer y un segundo almiar, más distante.

Es un espacio amarillo, casi blanco, calcinado por el sol. Desierto, pálido, en él no cabe esperanza ni retórica. Sino ese espacio vacío, inmenso, de la desolación. El sol abrasador, el verano sin matices, la ceguera sin límites.

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