"Pero en aquella época la casa de Palermo tenía dependencias en el campo que realzaban su encanto. Eran cuatro: Santa Margherita di Belice, la villa de Bagheria, el palacio de Torretta y la casa de campo de Raitano. También estaban la casa de Palma y el castillo de Montechiaro, pero allí no íbamos nunca".
(...) El camino se volvía montañoso: alrededor se extendía el inmenso paisaje de la Sicilia feudal, desierto, sin un soplo de aire, oprimido bajo el sol de plomo. Buscábamos un árbol para comer a su sombra: sólo había unos olivos raquíticos que no protegían del sol. Al fin encontrábamos una alquería abandonada, medio en ruinas, pero con las ventanas cerradas. (...) Un poco alejados, también comían los carabineros - a quienes se les había enviado el pan, la carne, el pastel y las botellas -, alegres y ya quemados por el sol de mediodía. Al acabar la comida, se acercaba el sargento con el vaso lleno en la mano: "También en nombre de mis soldados, doy las gracias a Sus Excelencias ". Y se zampaba el vino, que debía de estar a cuarenta grados".
- Giuseppe Tomasi di Lampedusa I racconti (trad. de Ricardo Pochtar)
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