" El hombre es semejante a un soplo; sus días son como una sombra que pasa "
- Salmos, 144 : 4.
El encuentro, según las versiones, tiene distintos protagonistas. En una, es la tertulia del crítico Vicente Zabala que, recorriendo diversos escenarios, llega una mañana a la cafetería Fuyma en la esquina del Palacio de la Prensa. En otra, es Benjamín Bentura, periodista aragonés, anteriormente destinado en la Prensa del Movimiento, quien ahora regresa a Madrid de tarde en tarde y un día en compañía de unos amigos se acerca a la Gran Vía, en donde entran al café.
El escenario en cualquier caso es el mismo. Fuyma, una cafetería frente a la Plaza del Callao, donde por las tardes se reúne un público menestral y provinciano, que se enorgullece vestido con trajes que nunca estuvieron de moda de sentarse en la Avenida, - "de José Antonio" en aquellos días - detrás de un amplio ventanal desde donde se divisan la calle y la plaza y el gentío "errante y municipal" que recorre la Gran Vía.
El otro protagonista es un camarero del café, alto y discreto, que atiende las mesas y escucha en silencio la tertulia en la barra, que necesariamente hablaba de toros. El mozo, vencida su timidez inicial, muestra deseos de presentarse a los que allí conversan, y por fin lo hace. Se presenta como el torero Frasquito.
Al punto los de la tertulia callan, entre escépticos y asombrados. Frasquito era un nombre que aún perduraba como un mito en los años 50. Aunque hacía tiempo que se le había perdido el rastro, no podían reconocerlo, de repente, en este mozo de barra que les mira entre tímido y expectante y asegura ser el otrora célebre Francisco Sánchez, "el principiante que empezó de maestro", según habían afirmado las crónicas.
Por fin, entre los recortes de prensa y algunas fotografías ajadas que les muestra el camarero, los de la tertulia asienten. Aquel mozo es Frasquito, que ahora sirve las mesas en Fuyma y unos años antes había inventado el toreo una tarde de abril en La Maestranza.
Francisco Sánchez, Frasquito, es uno de los casos más célebres de la historia del toreo efímero. Se presentó de novillero en la Maestranza sevillana el 4 de abril de 1948 - aún se cumplían los fastos de la muerte de Manolete - y los que le vieron torear esa tarde todavía lo recuerdan. "La tarde de Frasquito en Sevilla" pasó a ser uno de los eventos legendarios en la tauromaquia de aquellos años. Pocos lo habían visto.
Nunca volvió a repetirlo. El público, esperanzado, agotaba las localidades al reclamo de "aquel acontecimiento que tuvo lugar el domingo". Un año después repitió en Sevilla, con el cartel de "No hay billetes" y la crítica comentó que "se declaró ausente en su primer novillo" para añadir a continuación que "su segundo brindaba al torero oportunidad para mostrarse el Frasquito de aquella tarde que aún se recuerda". Aquí finalizaba la crónica.
Ese mismo año aún hubo de presentarse, con la plaza llena, en Madrid, en donde repetiría su actuación hasta cinco tardes más. En ninguna sucedió nada. Lo más piadoso que se escribe, el último día, es que "Frasquito salvó su precioso terno a costa del menguado prestigio que tenía ".
No volvió a torear en la Península. Décadas después Vicente Zabala, en un artículo a la muerte del torero aún recordaba la tarde "en que en España no se hablaba más que de Frasquito".
Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad. (Eclesiastes, 1,2,3)
- Francisco Sánchez Fernández nació en Toledo el 10 de marzo de 1927, aunque se crio en Madrid y siempre se consideró madrileño.
Se presentó como novillero en un festival en la Maestranza de Sevilla el 9 de diciembre de 1947. Causó buena impresión y le repitieron en la Feria, al año siguiente, la célebre tarde del 4 de abril de 1948, alternando con Ángel Peralta, Rafael Ortega y Sergio del Castillo.
Algunos críticos lo bautizaron entonces como "la sombra de Manolete". La orfandad en que había dejado al país la muerte del cordobés en Linares había sido abrumadora.
Frasquito tuvo dos cornadas graves esa misma temporada, en las plazas de Córdoba y en la Vista Alegre de Bilbao, que le mermaron decisivamente.
Toreó los dos años siguientes en algunos cosos, incluido Las Ventas de Madrid, no logrando en ninguno revivir aquella tarde memorable.
Según el Cossío " Marchó a Méjico en el verano de 1952 y actuó en aquellas tierras sin conseguir interesar ni dar otro sesgo a su carrera. A principios de 1957 regresó a España, donde vive apartado de toda actividad taurina".
Aunque algunas biografías afirmen que nunca llegó a tomar la alternativa, el dato es falso, porque la recibe en la provinciana plaza de Autlán de la Grana el 5 de octubre de 1955, en un mano a mano con Alfredo Leal. Se ignora la procedencia de los toros, de la desconocida ganadería de los Chofres.
Frasquito muere en Mexico D.F. el 24 de febrero de 1993. Una crónica de Vicente Zabala en el ABC y otra de un crítico del Aplausos recogieron apenas la noticia en su momento.
En las tauromaquias aún se sigue hablando de "la tarde de Frasquito". También en las tertulias, si bien éstas ya van desapareciendo.
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