lunes, 12 de diciembre de 2011

El jérem


(fot. Juan Yanes)

El relato lo cuenta Joseph Roth en algún lugar de sus "Judíos errantes".

Según recoge la leyenda dos judíos orientales recorrieron toda Europa, con el fin de recabar fondos para la construcción de una sinagoga. Sus pasos, finalmente, les llevaron a arribar a la comunidad hebrea de Montpellier y de allí, perdidos, cruzaron sin darse cuenta a España.

Cuenta el autor que sin duda "en la mortalmente peligrosa España" les hubieran matado. Si no es porque fueron acogidos por una piadosa comunidad de monjes, con los cuales entablaron provechosa conversación. Al regreso, incluso, descubrieron que los monjes les habían hecho una generosa aportación de oro, para la edificación de su laboriosa sinagoga.

Este oro les planteaba un curioso dilema moral, porque aunque hubiera sido donado para el oratorio, éste no podía de ninguna manera ser construido con dinero de un convento cristiano. Finalmente resolvieron el dilema fabricando una esfera de oro que instalaron en la techumbre de la sinagoga como emblema de la misma.

Y, prosigue el autor:

"Dicha bola de oro luce todavía sobre el tejado de la sinagoga. Y es lo único que une aún a los judíos del Este con su antigua patria española.

Esta historia me la contó un viejo judío. Su profesión era la de escritor de la Torá, un sophar, un hombre piadoso, sabio y pobre (...).

- Ahora - dijo -expira el jérem (el anatema) contra España. No tengo nada en contra de que mis nietos vayan a España. Allí ya no les va mal a los judíos. En España había gentes piadosas y donde hay cristianos piadosos, también pueden vivir los judíos, pues el temor de Dios ofrece siempre más seguridad que lo que se conoce por moderna humanidad .

El viejo no sabía que la humanidad ya no es moderna. Sólo era un pobre escritor de la Torá".

Páginas más adelante Joseph Roth comentará que precisamente aquel año - 1936 - que expiraba el jérem sobre España daba comienzo la terrible guerra civil. El autor, dice, no quería explayarse demasiado en las implicaciones metafísicas del hecho. Pero finalizaba el texto con la cita de los Padres que afirma que:

"El juicio del Señor amanece cada hora, aquí abajo y allá arriba".

Para culminar con la frase: "A veces pasan siglos, pero el juicio es indefectible".




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