martes, 25 de diciembre de 2012

Sobre algunas raras apariciones en una finca de los Montes de Toledo






























 (De un informe reciente enviado por la Sociedad Excursionista del Barco de Ávila. Incluido en la Memoria Anual sobre vías pecuarias orientales de los Montes de Toledo. AA. VV., s.f., eds. Orientales de Ávila.

                               Finca El Arreciado.   Toledo.
                               Fotografías:  Iraida Cano
                               Rocas y ramas, grafitos, caminos y agricultura japonesa:  Iraida Cano)




jueves, 13 de diciembre de 2012

Isla Elefante


Nadie llega hasta la isla Elefante. Situada en el extremo noroeste del mar de Wedell, dentro del grupo de las South Shetland Islands, ninguna factoría ni observatorio, ningún campamento de verano se ha instalado jamás en este abrupto islote de elevados riscos, costas inaccesibles y glaciares perennes.

Una descripción contemporánea advertía que en la zona: "El tiempo es normalmente nublado con mucha nieve y los vientos pueden alcanzar las 100 millas por hora". Algunas cartas de principios del siglo XIX daban ya cuenta de ella y de su situación exacta: 61º 08´ S y 55º 07´ W. También daban cuenta de la distancia: a 1253 kms. al suroeste de South Georgia, 935 kms. al sur de las Falkland y 885 kms. al sudeste de Cape Horn. La casi constante presencia de vientos del noroeste hace empero más difícil la travesía a cualquiera de estos dos últimos puertos. La banquisa de hielo cubre regularmente el litoral durante el largo invierno austral.

"Elephant Island was remote, uninhabited, and rarely visited by whalers and any other ships", describiría Ernest Shackleton la isla. Quien no obstante se vería obligado a alcanzarla meses después del naufragio de la Endurance, la célebre fragata de la Expedición Imperial Transantártica. Su propósito inicial, como se sabe, después de la pérdida del barco y la deriva en el hielo hubiera sido el de arribar a Bahía Esperanza o a la Isla Decepción, donde por lo menos: "una pequeña iglesia de madera había sido levantada para beneficio de los balleneros".

En la isla Elefante no había capilla, cabaña, ni nada que pudiera favorecer a los náufragos. La fuerte corriente del Nordeste, que impide a los botes de la Endurance llegar hasta la isla Decepción, les obliga finalmente a arribar a ella. Antes, el capitán Shackleton habría escrito que: "Esta última - Elephant Island - tiene un cierto atractivo para nosotros, aunque, hasta donde yo sé, nadie ha desembarcado allí jamás".

Alcanzaron la isla finalmente el 12 de abril de 1916, dieciséis meses después de haber iniciado la pretendida ruta antártica desde la factoría ballenera de South Georgia.



Elephant Island se encontraba vagamente documentada. En un extremo del profundamente inhóspito Mar de Weddell, nadie presumía de haberla alcanzado o haber desembarcado en ella alguna vez. Incluso el nombre carece de una atribución exacta. Según una versión fue bautizada por primera vez en 1821 por el capitán inglés George Powell, uno de sus primeros observadores. Según otra, el nombre se debe a los balleneros y foqueros de la región, que pescarían en la zona, y la denominaron así a principios del siglo XIX por alguna razón que desconocemos. Algunos han señalado la posible presencia de leones marinos, advertidos por los cazadores. Otros aluden al perfil de la isla, abrupta e inaccesible. También desconocemos los nombres de aquéllos, ni si tuvo lugar alguna vez algún desembarco en la misma. La historia de las navegaciones de los balleneros raramente guardaba una relación escrita, y de sus periplos y descubrimientos al sur del Cabo de Hornos no se conservan apenas registros. Por indiferencia, en algunos casos. Pero también porque los cazadores de focas y leones marinos se cuidaban de exponer en los puertos y comandancias las noticias de sus expediciones, que conservaban celosamente para sí.



La imprecisión había cubierto durante muchos años la exploración y el descubrimiento de estas tierras del sur, las que cercaban el hasta entonces desconocido continente antártico. Durante siglos aún perdurará la idea de la geografía antigua de una Terra Australis Incognita, la cual rodeaba el mundo por su extremo austral y unía, de manera hipotética, las islas de Australia, Nueva Zelanda, Nueva Guinea o las regiones septentrionales más allá de la Tierra del Fuego.

Heredera de una tradición que se remonta al Atlas de Ptolomeo, el continente Anktartikos sigue figurando en los mapas del siglo XVI rodeando al sur las nuevas tierras ya conocidas. En 1531 el cartógrafo Oronce Finé la representa, más allá de la Tierra del Fuego, con la inscripción "Terra Australis recenter inventa, sed nondum plena cognita". En el célebre mapa de Abraham Ortelius, editado en 1570, aparece un colosal continente al sur de todas las islas, con el lema "Terra Australis nondum cognita".

La imprecisión, el anonimato... En 1603 la expedición del español Gabriel de Castilla debió de haber alcanzado los 64º de latitud sur. Pero no se han conservado documentos. (Una relación de la época hablaba de "las montañas cubiertas de nieve" que aquél había divisado hacia el sur). Un testigo holandés, Laurent Claesz, se referiría años más tarde a la llegada a islas desconocidas y mares cubiertos de hielo. En algún momento habrían divisado también, según anota, remotas "montañas cubiertas de hielo". Pero la expedición no había dejado ninguna relación escrita. Años después el oficial francés Pierre Bouvet, intentaría descubrir la tierra del sur descrita por "un semilegendario Binot Palmier de Gonneville". No la alcanzarían, aunque su expedición dio nombre a la isla Bouvet, bautizada así a partir de entonces en los mapas europeos. "Lo más extraordinario - se nos indica en otro lugar - es que el francés la encontrara: me refiero a la diminuta isla Bouvet, de sólo ocho por cinco kilómetros y uno de los lugares más solitarios del mundo, ya que hay una distancia de más de mil quinientos kilómetros en cada dirección hasta la tierra más próxima".



La Terra Australis seguiría figurando en los mapas... Divisada a veces: la distancia, la niebla, la imprecisión la rodearán durante siglos. Ya en fecha tan temprana como en 1504 el florentino Americo Vespucio había relatado en carta a Piero Soderini, su corresponsal desde Lisboa, que "las noches eran muy largas que tuvimos una la del 7 de abril que fue de quince horas (...) En medio de esta tormenta avistamos (...) una nueva tierra de la cual recorrimos cerca de 20 leguas encontrando la costa brava, y no vimos en ella puerto alguno ni gente, creo que era por el frío tan intenso que ninguno de la flota se podía remediar ni soportarlo".

En la "Historia del descubrimiento de las regiones austriales..." se nos informa del incierto viaje en 1605 del general Pedro Fernández de Quirós, al servicio de la Corona de España, en pos del impreciso continente austral. El general, se nos dice, "a los cinco meses de travesía, al encontrarse con una gran isla de las Nuevas Hébridas, la del Espíritu Santo (...) sin más averiguaciones creyó haber llegado a la tierra Australia (...) Dio por fundada la ciudad de la Nueba Hierusalem, de la que sólo edificó una iglesia de madera, pero sí concedió cargos municipales de esa ciudad, que sólo existió en su fantasía".

Un documento holandés anónimo afirmaba que a los 64º se divisaba tierra "muy montañosa y alta, cubierta de nieves, como el país de Noruega, toda blanca que parecía extenderse hasta las islas Salomon". Publicado en Amsterdam nunca se ha sabido el nombre ni la expedición a que hace referencia la citada relación.

No menos incierta había sido la isla Pepys, presuntamente avistada en 1683 por el corsario inglés Ambrose Cowley desde su goleta Bachelor´s Delight. En sus memorias el pirata Cowley afirmaba que: "Seguimos navegando al SO hasta los 47º de latitud. Entonces avistamos al oeste una isla desconocida y deshabitada a la que llamé Pepys. Su puerto es excelente, y capaz de recibir con seguridad a mil buques. Vimos una gran cantidad de aves en esta isla, y opinamos que el pescado debía abundar en sus costas, por estar rodeadas de un fondo de arena y piedra".



 Perfectamente delineada en los mapas a partir de ese momento, la isla Pepys sin embargo nunca volvió a ser divisada. Navegantes posteriores como John Byron, Bougainville, James Cook o Jean FranÇois de la Perouse no pudieron encontrarla, a pesar de las referencias más o menos precisas que Cowley había dado de la misma. En un determinado momento, ya a finales del siglo XVIII, la referencia a la isla  desaparece de las cartas de la zona. Lo cual no sería obstáculo para que en una fecha tan tardía como en 1854 el publicista napolitano Pedro de Ángelis reuniera una profusa documentación sobre la fantástica ínsula, reclamando la propiedad para su aventurera persona.

 Balleneros o cazadores anónimos habrían descendido al sur de los 60º con anterioridad durante estos siglos, y se especula con que alguno pudo haber sido el primero en alcanzar el continente austral. Pero el sigilo encubría sus viajes.

También pudo haberlo alcanzado la tripulación del San Telmo, el navío de línea de la  Armada española, desaparecido en 1819 en aguas del Estrecho de Magallanes. Los barcos que lo acompañaban lo vieron por última vez en medio de una fortísima tormenta dirigiéndose hacia el sur, "con graves averías en el timón y la verga mayor". Cuando meses después el capitán William Smith arriba a las costas de la Antártida encontró en la isla Livingston los restos de lo que consideró era un buque naufragado frente a la playa. Años más tarde el también británico James Weddell escribiría sobre "varias piezas de un naufragio (...) halladas en las islas del Oeste, en apariencia pertenecientes a un buque de 76 cañones, probablemente los restos de un buque de guerra español perdido cuando hacía el pasaje hacia Lima". Sus tripulantes pudieron haber alcanzado la Terra Australis, inadvertida hasta entonces. Pero ninguno sobrevivió para relatarlo. Años antes una expedición comandada por el francés Yves Joseph de Kerguelan había descubierto a su vez, en un viaje al sur del Océano Índico, el archipiélago de las Kerguelen. El oficial, que nunca logró desembarcar en la costa, envió no obstante una optimista descripción del descubrimiento al Almirantazgo, en la que elogiaba el suave clima y el fértil suelo de unas islas que en realidad no había alcanzado. La expedición posterior del capitán James Cook en 1776 sí logró explorarlas, cambiando el nombre de Kerguelen por el de Desolation Islands. (Una cita tardía, del novelista Julio Verne, que sitúa en el puerto de Christmas-Harbour el inicio de su novela austral "La esfinge de los hielos" comentaría que: "El jefe de la escuadra había creído descubrir un continente nuevo (...) y en el curso de una segunda expedición preciso le fue reconocer su error. Pero créaseme: Islas de la Desolación es el único nombre que conviene a este grupo de trescientas islas o islotes, perdidos en medio de aquellas inmensas soledades oceánicas, turbadas casi continuamente por grandes tempestades australes").

La niebla y los hielos seguían cubriendo las supuestas tierras al sur del paralelo 64º. Los tres viajes del capitán Cook, cruzando el círculo polar, habían desvanecido definitivamente la referencia al inmenso continente de la Terra Australis Incognita. "Sin embargo, bancos de hielo impidieron a sus hombres avistar el continente, que era mucho más pequeño de de lo que se había pensado hasta entonces. Cook tuvo el presentimiento de que se encontraba avistando una tierra cubierta de glaciares". 

En 1904 la Expedición Antártica Sueca desembarca en Grytviken, en las Georgia del Sur, para instalar allí el puerto ballenero que años después alcanzaría el capitán Ernest Shackleton en busca de ayuda para los náufragos de Isla Elefante. Alguien anotó que la Expedición habría encontrado numerosos calderos de los siglos XVIII y XIX, de origen español, que habrían sido utilizados "para fundir la grasa de cetáceos, pinnípedos y pingüinos" durante largas temporadas, de las que no se tenía otra noticia. Se trataba, en palabras del capitán Cook, que había bordeado la isla en 1775, de "una tierra salvaje y horrible".

O Livingston Island, al sur del paralelo 60º, avistada por primera vez por el foquero inglés William Smith, en 1819. Las Orcadas del Sur, por James Shields. O Hope Bay, en el extremo norte de la Península Antártica, descubierta oficialmente en 1902 por la Expedición Antártica Sueca. La cual  figuraba ya en las cartas del ballenero George Powell en torno a 1822. Aunque ninguna otra noticia nos da cuenta de ello...



"Me atrevo a afirmar que nadie osará llegar más lejos de lo que he hecho y que las tierras que tal vez se extienden al sur nunca serán exploradas. Espesas nieblas, tormentas de nieve, frío intenso..., es el aspecto horrible del país, de un territorio condenado por la naturaleza a no experimentar jamás el calor de los rayos solares y a permanecer enterrado bajo la nieve y los hielos eternos" había escrito el capitán James Cook en su diario a raíz de la expedición de 1775 en torno a la hipotética existencia del continente austral.
  
Shackleton y los náufragos de la Expedición Imperial tuvieron que alcanzarlas, después de la pérdida de la nave en el Mar de Weddell. "Todo este tiempo estuvimos bordeando la costa bajo altísimos acantilados rocosos y escarpados glaciares que no ofrecían la mínima posibilidad de desembarcar en ninguna parte", afirma Ernest Shackleton en su relato de la malograda expedición de la Endurance.  Agotados por el viaje en los botes, una vez que el hielo se hubiera abierto, los expedicionarios hubieron por fin de desembarcar en una mínima franja de roca, sin ningún resguardo y alcanzada por la marea alta, para finalmente acampar en el llamado Cape Wild, una playa arenosa de unos 200 ms. al nordeste de la isla.

Este lugar, rebautizado como Point Wild, sería el campamento de los náufragos durante más de cuatro meses. En su cruel cobijo construirían una cabaña con los dos botes restantes y los restos deshechos de algunas tiendas, refugio al que bautizaron como Shuggery.


El resto de la historia es bien conocido. El capitán Shackleton junto a cinco tripulantes emprendería el largo y milagroso viaje de más de 1200 kms. en el bote James Caird por el infernal océano austral hasta alcanzar la factoría de Grytviken en las Georgia del Sur. La prodigiosa capacidad del navegante Frank Worsley - el cual declaraba haberse incorporado a la expedición después de un sueño en el que vio cómo Burlington Street aparecía cubierta por bloques de hielo y él navegaba entre ellos - les permitió llegar a la bahía. Posteriormente tres intentos de retornar a Elephant Island desde las Falkland o desde la costa chilena serían infructuosos, hasta que finalmente el 30 de agosto de 1916  el vapor chileno Yelcho al mando del capitán Luis Pardo lograría rescatar a los náufragos de la isla.

Las memorias de Frank Wild, el capitán al mando del azaroso campamento recordarían después que "como la isla Elefante estaba en el extremo exterior de la banquisa, los vientos que pasaban sobre el relativamente cálido océano antes de llegar a ella la cubrían con una constante mortaja de niebla y hielo". Leonard Hussey, el meteorólogo de la expedición, aludiría también a la isla como "almost continously covered with a pall of fog and snow".

Reginald James, físico de la Endurance, otro de los náufragos de la isla, compondría algún tiempo después un conocido poema, en recuerdo de la jefatura de Frank Wild en el campamento de Point Wild

My name is Frankie Wild-o
Me hut´s on Elephant Isle.
The wall´s without a single brick
And the roof´s without a tile.
Nevertheless I must confess
By many and many a mile,
It´s the most palatial dwelling place
You´ll find on Elephant Isle





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