viernes, 4 de marzo de 2016

Historia de Arlequín

                                                   
                                                               (Giovanni Domenico Tiepolo. Pulcinella. h. 1770)

1.

La figura de Harlequin aparece desde el repertorio legendario de la Edad Media relacionada en su origen con el paso, fascinante y estremecedor, entre dos mundos. Es uno de los personajes de la "cacería salvaje". Aquella en la que un grupo espectral y desaforado de cazadores sombríos persiguen la pieza, incansable y eternamente.

En una de las crónicas clásicas, la de Orderico Vitalis, monje de St. Evreul-en-Couche en el siglo XI, se describe cómo:

" (...) muchos vieron y oyeron un gran número de jinetes cazando. Eran negros, grandes y espeluznantes y montaban en caballos negros y negros ciervos, y sus perros eran negros, con ojos como platos y horribles. Esto fue visto en el parque cercano a la ciudad de Peterborough, y en los bosques que se extienden por la misma ciudad de Stamford, y por la noche los monjes los oyeron sonando y soplando sus cuernos de caza". En su Los demonios del mediodía Roger Caillois nos recordaba también cómo: "Según Mapes, la compañía del rey Herlething es vista a mediodía en los primeros años del reinado de Enrique II (de Inglaterra) entre Gales y Hereford. Esta familia Herelethingi era una furiosa tropa de jinetes acompañada de carruajes, perros, halcones, etc., que no respondía a ninguna pregunta y que se desvanecía en el aire cuando la buscaban para retenerla por las armas".

La "cacería salvaje", originaria de la mitología del norte europeo y presente en diversas tradiciones, recibe diferentes nombres. En Normandía es la chasse Annequin. En la Isla de Francia la chasse Saint Hubert. En Quebec la chasse-galerie. Al norte del Danubio la caza de Odin. En Inglaterra es el rey Herla (Hellequin) el que dirige la hueste. En Dinamarca, el rey Valdemar Atterdag. El germano Wuodan o el céltico Arawn. El Comte Arnau en Cataluña o el abate Martín en la leyenda de los perros del Eitzari-Beltza en el País Vasco. Según Manuel Alvar, en la tradición de la Castilla medieval, "la mesnada era conducida por un Herlequin, conde de Bolonia muerto el 882 con sus soldados en un encuentro contra los normandos". En su clásico "La cultura del Renacimiento en Italia" el historiador Jacob Burckhardt relataba que: "En la noche que precedió a la gran inundación del Arno, en 1333, uno de los santos eremitas de las alturas de Vallombrosa oyó desde su celda un diabólico estruendo; se santiguó, avanzó hasta el umbral, y ante sus ojos cruzaron negros y siniestros jinetes armados de todas armas. Uno replicó a su conjuro con estas palabras: "Vamos a la ciudad de Florencia, y si Dios lo permite, la asolaremos en castigo de sus pecados".



Un relato de Diego Hurtado de Mendoza, recogido en Las guerras de Granada en 1627, nos habla sobre la "estantigua", la versión castellana de la cacería:

"Y ven los moradores encontrarse por el aire escuadrones; óyense voces como de personas que acometen; estantiguas llama el vulgo español a semejantes apariciones o fantasmas que el vaho de la tierra cuando el sol sale o se pone forma en el aire bajo, como se ven en el alto las nubes formadas de varias figuras y semejanzas".

Hellequin, un emisario del mundo otro, vestido de negro y con una cohorte de figuras similares es quien, en la tradición medieval francesa, recorre los campos de noche en la cacería de las desventuradas almas que en su camino tienen el infortunio de encontrarlas. (Un remedo de esta travesía nocturna se recoge en las tradiciones en torno a la Santa Compaña en Galicia, o la leyenda del mal comte en Cataluña).

Intervención del otro mundo en éste, en algunos casos el relato de la cacería salvaje supone la noción de un tiempo otro, del tiempo demorado o suspendido de la otra parte.

Como en el relato del rey britano Herla, el cual acude al banquete de bodas del dwerf  Oberón, el monarca élfico, después de haber asistido éste al suyo.

Después de los tres días de la ceremonia en el reino de Oberón el rey Herla y sus acompañantes regresan. No encuentran el camino de vuelta o les es desconocido. Vagan por lugares que no reconocen o retornan siempre al paraje anterior. Preguntado al fin un pastor por la reina éste les responde: "Apenas puedo entender lo que habláis, porque yo soy sajón y tú un britano". Luego les refiere que ha oído la leyenda sobre un mítico rey de los britanos, el rey Herla. Pero ésta es muy antigua y los sajones gobiernan la isla hace ya más de dos siglos.

Condenados a vagar eternamente, en otra versión el rey nunca encuentra el angosto camino de regreso y su errancia prosigue ya para siempre en el otro lado.

En otro relato la hueste del rey había sido advertida de no descender de las cabalgaduras en tanto no lo hiciera un lebrel blanco, regalo del rey enano. Según esta versión transcurren tres siglos hasta que los caballeros pueden bajar de los caballos "y aquellos que lo hicieron antes quedaron inmediatamente convertidos en polvo".



2.

Rumores de la cacería... En el País Vasco, cuenta el erudito Barandiarán, cuando se oía el viento nocturno los aldeanos exclamaban: "¡Los perros del abad!" y se acogían al fuego. En Suecia la cacería de Odín es escuchada, pero nunca vista. "Entre los truenos - se nos cuenta - el ladrido de dos perros, en tono muy alto y muy bajo, es el único sonido identificable". Según otra versión el bosque se silenciaba  "y sólo los ladridos, los truenos y algunos gemidos eran escuchados". Al norte del Rhin los campesinos oyen entre la tormenta los cuernos de caza nocturnos de la hueste del antiguo conde del Rhin. Éste, como es sabido, prosigue su cacería incansable después de haber hecho sonar las trompas una mañana de domingo, frente a las campanas que llamaban a la oración. En Polonia "Diana es identificada (...) con Dzewana, la cual, armada como para ir de caza a mediodía, recorre con sus perros el bosque". Nadie debe encontrarse con ella o su cortejo venatorio.

"Los árabes identifican ese viento - el viento aullador - el cazador y la muerte", se nos señala en otro pasaje.


3.


Lugares, momentos de paso... El latino Varrón ya advertía: "Cuando el mundus está abierto puede decirse que está abierta la puerta de las tristes divinidades infernales". En el imaginario latino el axis mundi es el "punto de unión del cielo, la tierra y el infierno". La cultura romana de las Lemuria recogería después la tradición griega de las Anthesterias, período de doce días a mediados de febrero  "durante el que el más allá está abierto".

"Durante todo el día la ciudad (Atenas) está bajo el dominio de Dionisos y su cohorte infernal. Salvo el del Pantano los templos están cerrados y ya no protegen la ciudad. Más bien se protegen ellos mismos, cercados por un cordón de las fuerzas subterráneas (...) Allí cerca se derrama agua en abundancia para que las almas la beban; o trepen por ella para salir a la superficie de la tierra; allí mismo también se rinde culto a la madre Tierra".

En sus Bodas de Cadmo y Harmonía Roberto Calasso recordaba cómo: "Dionisio llegaba a Atenas, para las Antesterias, junto con las almas de los difuntos y con ellas desaparecía (...) Se reunían campesinos, esclavos y braceros de los grandes propietarios. Bailaban y esperaban la fiesta. El santuario se abría a la puesta de sol, sólo ese día en todo el año. Era un día contaminado. En las puertas de las casas, la negrura de la pez recordaba los espíritus que vagaban y, al final, serían expulsados".




Siglos más tarde, cuando la Francia medieval recupere la leyenda del Ellequine se nos explica que: "Se designa así a un grupo de muertos conducidos por un gigante tuerto, que recorre la tierra durante el período de Doce Días (Navidad- primero de año). Se interpreta como una personificación de la tempestad". El eco de esta configuración del año lo recoge el calendario cristiano, como sabemos, en la  fiesta y la noche de San Silvestre.

Momentos de paso... En el antiguo calendario celta la noche de Samhain, el 31 de octubre, designa el tránsito al año nuevo celta - y el comienzo de la "estación oscura". En otras descripciones se nos indica que la celebración del Samhain tenía lugar exactamente durante la luna de octubre- noviembre. La etimología del término en gaélico designaba "el final del verano". En esta noche las interdicciones entre los dos mundos eran clausuradas y ambos podían, por un lapso de tiempo exacto, volver a comunicarse.

"Samhain - se nos dice - es una de las dos noches de "espíritus" en todo el año, siendo la otra Beltane. Es una intervención mágica donde las leyes mundanas del tiempo y el espacio están temporalmente suspendidas y la barrera entre los mundos desaparece".

En otro lugar se nos describe cómo "en la mitología celta los sidhe o pueblos feéricos también celebraban Samhain (...) En la víspera de noviembre las hadas podían tener maridos mortales y se abrían todas las grutas...". En otra tradición medieval, que recoge el romancero viejo castellano, no será casual que el encuentro del Infante Arnaldos con la nave misteriosa, aquella que la mar ponía en calma / las olas hace amainar...  tenga lugar la mañana de San Juan. (En el antiguo calendario Litha, la fiesta pagana del solsticio).

Yo me levantara madre
mañanica de sant Juan;
vide estar una doncella
ribericas de la mar ...




O los lugares de paso... En ellos se produce el tránsito, el acceso al otro lado. En la tradición clásica este lugar es en muchas ocasiones un río de nombre tremebundo: el Piriflegeronte, "río de fuego"; el Lete, "río del olvido"; el Aqueronte, "río de la aflicción"; el Cocito, "río de las lamentaciones"... El más célebre el río - o laguna según otras versiones - Estigia, "río del odio".

Menos formidable que los ríos sombríos, otras veces es una cerca, una simple valla la que protege el acceso. Esta valla, que en ocasiones el protagonista cruza inadvertidamente, señala un límite preciso: el del jardín, el espacio cerrado en cuyo interior, como todo el mundo sabe, tiene su escenario el Paraíso. (En un argumento reiterado y mágico, alguien cruza el umbral. Más allá, de pronto, ocurre el acceso al otro lado, encerrado en el jardín, y al tiempo mágico del hortus conclusus. Les ocurre a los protagonistas del Roman de la Rose, el relato cortés de Guillaume de Lorris, en el recinto alegórico. En las leyendas sobre Sierra Morena recogidas por Washington Irving en sus The Alhambra: A series of Tales of the Moors and Spaniards, donde las cuevas de la sierra esconden un perdido ejercito de los nazaríes, sus huestes mágicas... Pero también, en un ámbito más profano, le ocurre al inadvertido visitante de "Ellos", el relato de Rudyard Kipling - del libro Traffics and Discoveries- en donde de nuevo sucede el encuentro maravilloso tras el trivial y azaroso acceso a un jardín...).




O la montaña: "El Paraíso era el ombligo de la tierra y según una tradición siria estaba situado en lo alto de una montaña, más alta que las demás", relata en algún lugar de su Diccionario de las religiones Mircea Eliade.

O la gruta, que niega siempre el acceso y en cuyo interior se escucha, desde fuera, como un vago rumor de voces...

En Irlanda estos lugares son quizá menos formidables. Ninguno posee el eco épico, y distante, de la Isla Blanca, por ejemplo, allá en el Ponto Euxino, adonde fuera a morar el formidable Aquiles después de su muerte. Pero son sin duda más abundantes... No podía ser de otra forma en ese lugar en donde, según el poeta Yeats, "este mundo y el mundo al que vamos después de la muerte no están muy separados".

Se encuentran principalmente según el escritor, que la conoció en su juventud, en la comarca de Sligo, en la provincia de Connacht, al noreste de la isla.



Allí - en The Celtic Twilight - se nos describe cómo:

"Un poco hacia el norte del condado de Sligo, en el lado sur de Ben Bulben y a algunos centenares de pies por encima del nivel de las llanuras, existe un pequeño rectángulo blanco en la caliza. Ningún hombre mortal lo ha tocado nunca con sus manos; y ningún cordero o chivo jamás ha venido a pastar la hierba junto a él. No existe lugar más completamente inaccesible en todo el mundo, y pocos lugares tan rodeados de un ambiente de terror para un ánimo exaltado. Aquí están las puertas del País de los Genios. En mitad de la noche se abren de par en par y sale la ultraterrestre tropa".

En otros lugares es una playa rocosa y desierta. Un arroyo sombrío, un puente, un fresno, una antigua abadía... El bosque, desde luego.




4.


Según la misma tradición irlandesa la isla de Brazil - o Hy Brazil en gaélico - es el lugar adonde fueron a parar los antiguos dioses después de su paulatina desaparición. Se encuentra situada vagamente en el Océano, "al Oeste de Irlanda". En las descripciones de la misma ésta se encuentra por lo común cubierta por la niebla. Su perfil se difumina después de que los navegantes la hayan divisado a lo lejos, inciertamente.

Aparece dibujada en el conocido portolano de Angelino Dulcert, en 1325. Como "isla del Brasil" en el mapa de Andrea Branco en 1436 (aunque algunos señalan que puede tratarse de la Isla Terceira de las Azores).

En 1674 el capitán John Nisbet proclamó haber divisado la isla durante un viaje desde Francia a Irlanda. "Aseguró que la isla estaba poblada por grandes conejos negros, y un mago que vivía solo en un castillo de piedra".



5.


 (Picasso. Famille de saltimbanques. 1905)


En la descripción clásica de Arlequín éste es un emisario de la otra parte, ataviado con una máscara negra, que recorre los campos con su cohorte infernal.

"Harlequin fue originalmente Hellequin, un ser demoníaco que, adentrado en los bosques de invierno, dirigía su aulladora cohorte de ánimas errantes. Un habitante del reino de la Muerte, mensajero del otro mundo, que sirve como barquero entre los reinos de los vivos y los muertos...".

La descripción es de Jean Clair, el crítico e historiador francés, quien la realiza no casualmente en su The Great Parade, un ensayo dedicado a Picasso y a su interpretación temprana de la figura del arlequín.

Y prosigue: "El Arlequín de Picasso - como el Trismegistos de Guillaume Apollinaire - avatar del tres veces grande Hermes, conductor de las almas, un dios maligno - no ha perdido su conexión original con el reino de la Noche, y el cielo circense abajo, donde acróbatas y trapecistas actúan".



6.

                                                           
                                                                          (David Bowie. Ashes to Ashes. 1980)


La figura de Arlequín pasará a partir del siglo XVI a formar parte del repertorio tradicional del teatro europeo, dentro de la configuración de la Commedia dell´arte. En ésta, que tendría su auge en los siglos posteriores, se desarrolla un tipo de representación en el que la improvisación, independiente del texto, surge a partir de unos personajes determinados y definidos, que el público iría reconociendo paulatinamente, y cuyas características eran subrayadas por el uso de unos atuendos reconocibles; de las máscaras en última instancia.

En algún manual se subraya que la Commedia dell´arte era la heredera, mantenida en el medio rural como farsa, de la antigua attelana latina, representación de origen osco que se realizaba en un ambiente popular desde el siglo IV a.C.

A partir de un momento determinado los personajes principales de la Commedia, que estaban más indefinidos en principio, serán:

Arlequín. Uno de los zanni o criados. De su tosquedad inicial se nos dice que el personaje irá evolucionando paulatinamente. Hasta convertirse en el personaje soñador, vestido a cuadros y acróbata, sumido siempre en enredos y eterno enamorado posterior.

Arlequín, criado de Pantaleone, está enamorado de la criada de éste, Colombina. Su torpeza le impide alcanzar ninguna de sus metas, así como rivalizar con acierto con su astuto rival, Brighella, el intrigante.

El personaje sería perfectamente reconocible además por el vestido a rombos, rojo y negro característico - que daría lugar al adjetivo "arlequinado". En algún ensayo se indica que este vestuario "era el recuerdo de su antiguo origen diablesco". En otro lugar se describe que "por lo general de cuero negro, tiene una enorme verruga o chichón en la parte alta. (Un posible cuerno cortado, vestigio de su origen diablesco )".

En la tradición del folklore medieval aún aparecía el recuerdo del Hellequin demoníaco:

"In 1262 a number of Harlekius appear in a play by Adam de la Halle as the intermediaries of  King Hellekin, prince of  Fairy Land, in courting Morgan le Fay".

Brighella. Compañero de Arlequín. Astuto, intrigante, "fabulador de enredos".

Colombina. Criada de Pantaleone. La eterna, e inalcanzable, amada de Arlequín y Pulcinella.

Dottore. Compañero (o rival) de Pantaleone. Siempre vestido de negro. Altivo y distante.

Pulcinella (más tarde Pierrot) .Vestido de blanco y sin máscara. Criado, pintor, lunático, amante... A lo largo de su evolución se convertirá en el personaje por excelencia de la Commedia italiana.

Su personaje se irá diferenciando progresivamente del de Arlequín - tomando la figura del Pulcinella veneciano por un lado. Y por otro del ensoñador y ausente enamorado que el romanticismo - pero antes Watteau y la pintura francesa - adoptarán como uno de sus arquetipos preferidos.

Figura asimismo del simbolismo finisecular, su figura adquiere ya la forma de una ausente, extrema  melancolía.



(Aubrey Beardsley. The Death of Pierrot. 1896).

Como en el célebre epitafio añadido a los dibujos de Aubrey Beardsley, "La muerte de Pierrot":

"Cuando oscurecía Pierrot cayó en su último sueño. Entonces los comediantes, Arlecchino, Pantalone, Il Dottore y Colombina subieron de puntillas y en silencio las escaleras y, llenos de cariño, se llevaron sobre sus hombros al clown de Bérgamo, que se había vuelto blanco; nadie sabe dónde".

Pantaleone. Es el amo de los zanni…Puede ser padre, esposo - tradicionalmente veneciano. También comerciante. Y calculador. Y avaro.




7.

(Jean Antoine Watteau. Gilles. 1721)


Más tarde, y en algún momento, la figura de Pierrot se irá diferenciando paulatinamente del resto de los zanni o criados de la Commedia dell´Arte. Hasta llegar a convertirse en el personaje pálido y ausente del imaginario del siglo XIX - y del simbolismo tardío del siglo XX. Esta configuración, tan cara al fin-de-siecle se moverá sin embargo durante un tiempo en la ambigüedad.

"Las características de Pierrot y Arlequín - nos cuenta un ensayo sobre la imaginación moderna de la Commedia - cambiaron con el tiempo y puede encontrarse la figura de cada uno representándose a sí mismo, o a la personalidad (opuesta) del otro. Y eso sin mencionar los cambios de nombre, lo que significa que aquello que llamamos Pierrot es a veces Pedrolino, a veces Gilles, o Pagliacci, o Petruska, u otras cosas...".

Según cuenta la  tradición la configuración definitiva del personaje se deberá al célebre mimo francés Jean Gaspard Deburau (1796-1846) el cual "representó al Pierrot taciturno durante varias temporadas en el Théatre des Funambules de París". A partir del mismo la vestimenta blanca de Pierrot será la marca del ausente, lunático enamorado de Colombine - de la luna más tarde, en su definitiva configuración espectral. De su carácter melancólico nos dará cuenta una reseña posterior que advierte del éxito de la representación del célebre mimo en el citado teatro, a la que nombra como "Pierrot de la mort".

La imagen había sido fijada de alguna manera ya en el Gilles de Watteau en 1718. El cuadro según parece podría tratarse de "un reclamo que un antiguo actor (...) llamado Belloni y que había interpretado el papel de Gilles le encargó pintar para el café que inauguró en 1718".

La figura - "Pierrot, dit autrefois Gilles" tal como aparecería en las relaciones a partir de entonces - era inolvidable. Apartado de la escena galante que se desarrolla a sus espaldas, un tanto envarado, un tanto ausente, el pálido personaje mira de frente al espectador, mientras la vida, los acontecimientos tienen lugar en otra parte. Su figura espectral no pertenece ya al mundo de la actividad. Separado de ella, se encuentra ya en esa distancia permanente, absorta, que acompaña la imagen del melancólico - del reino de lo suspendido.

A partir de ese momento el romanticismo recoge con asiduidad la figura. Las citas al Gilles - o Pierrot - de Watteau se reproducen en Gautier, Baudelaire, Charles Nodier,  Nerval, Banville... Pierrot se ha convertido en un personaje caro al sentimiento romántico del artista, el cual, en su distanciamiento de lo inmediato, en su melancólica ausencia y su torpeza para lo cotidiano, sirve de modelo a una crítica de la inmediatez. Frente a él, Arlequín se configura a veces como el taimado - y teatral - rival de éste. Enfrente, la figura femenina de Colombina, la cual en su caracterización última adquiere las prerrogativas de la femme fatale. Hasta el punto de que en algún lugar se la relacione con la Salomé bíblica, imagen extrema de ésta - tal y como recogerá la breve y definitiva obra de Óscar Wilde, con las no menos extremas ilustraciones de Aubrey Beardsley.





Theodore de Banville había sido uno de los primeros escritores franceses en dibujar la imagen. "Desde entonces - se nos dice en otro lugar - Pierrot y la luna están siempre en relación". Más tarde Flaubert escribirá su Pierrot au serail. Emile Reynaud el Pauvre Pierrot, Jules Laforgue el Pierrot (scene courte, mais typique)... El Pierrot de Banville - "le bon Pierrot que la foule contemple"- será musicalizado años más tarde por Francis Poulenc, en 1933. No será la única de las versiones musicales. Años antes, en 1912, Arnold Schoenberg había estrenado en el Berlin Choralion Saal una serie de canciones -veintiuna -, sobre textos de Albert Giraud, a las que tituló Pierrot Lunaire. Los textos se dividían en tres grupos simétricos de siete poemas. "Sobre el amor, el sexo y la religión". "Sobre la violencia, el crimen y la blasfemia". Para culminar con el regreso de Pierrot a su Bérgamo natal. "Y el pasado acechándolo". El 15 de mayo de 1920 se estrenaba en la Ópera de París el ballet Pulcinella de Igor Stravinsky  con los decorados de Pablo Picasso, encargada la obra por el prometeico empresario Serghe Diaghilev.






 8.

En el modernismo hispanoamericano Amado Nervo entre otros - pero también Leopoldo Lugones, o Manuel Machado - recogerán la figura del antiguo zanni . En un artículo en el diario "El Mundo" -comúnmente titulado como La muerte de Pierrot - hablará del "símbolo del espíritu artista" o del "símbolo del soñador empedernido, burlón y decadente". Lugones había escrito sobre un Pierrot negro. Pero también un Himno a la luna en donde la figura principal del enamorado distante y lunático era de nuevo la del personaje de la antigua Commedia.

(Marcel Carné filmará más tarde, en 1945, un Les enfants du paradis inspirado en la vida de Deburau, el mimo que había configurado el Pierrot ausente. Y aún en 1965 J.L. Godard filmará un Pierrot le fou recogiendo la figura, poética y extrañada, de éste).



(Marcel Carné. Les enfants du paradis. 1945)


En 1898 Rubén Darío, cercano a una figura que había sido cara al simbolismo europeo, escribe su relato "La eterna aventura de Pierrot y Colombina". El poeta nicaragüense ya había citado la figura en su Canción de Carnaval - de "Prosas profanas" - o en un poema suelto como Los regalos de Puck en 1891. Más tarde publica su conocida Balada en loor del Gilles de Watteau, en 1912.

" (...) Fue de vuelo, Puck. De pronto
a Colombina encontró,
y junto a ella, hecho un tonto,
a Pierrot "

había descrito en Los regalos de Puck.

En La eterna aventura... el motivo, recurrente en el simbolismo francés, vuelve a ser el de la pasividad de Pierrot enfrentada a la actividad - y el ingenio - de Arlequín, y alrededor de la figura galante de Colombina.

Es un baile de Carnaval. "Pierrot - nos dice Darío - no siente el peso del Tiempo. Él vive, come y sueña". Y más adelante: "Tú en realidad, Pierrot, a pesar de tu gula y tu afición al vino, eres un personaje triste".



(Federico Beltran-Masses. Pierrot malade. 1929)

Un poeta japonés del siglo XX, Daigaku Horiguchi, que escribe parte de su obra en el París de entreguerras, recogería más adelante la figura pálida del ausente enamorado.

¡Palidez de Pierrot! ¡Pena terrenal!
Pese a su brillante blancura
la faz de Pierrot era triste
como rayo de luna.
Pese a su brillante blancura
¡El rayo de luna era triste!



Las islas fugitivas

  Eugéne Atget había fotografiado los alrededores del parque Montsouris de París en varias ocasiones. Además de las sillas y los portales va...

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