miércoles, 28 de marzo de 2012

El Théatre Robert Houdin



El primer Théatre Robert Houdin se abrió en una galería del Palais Royal. Una crónica de la época recuerda que: "Este edificio, antiguamente sede del cardenal Richelieu, se había convertido en una galería comercial lujosa, con tiendas y cafeterías en la planta baja y salas de reuniones encima". El prestidigitador, que llevaba algún tiempo buscando un local en París como teatro permanente, lo encontró por fin en el número 164 de la galería Valois, que acondicionó a ese fin. (Gracias también a la ayuda económica del conde Escalopier, a quien poco antes había ayudado a descubrir al autor de los robos que se estaban efectuando en su mansión).

A pesar del nerviosismo de las primeras actuaciones, - inaugura el local el mismo día en que se abría el Hipódromo de L´Etoile, y ningún crítico asistió a la función- el teatro pronto se quedaría pequeño, y muchas tardes el público parisino tenía que volver a casa sin haber conseguido una entrada para la representación.

Según un testimonio de la época: "El escenario del  teatro de Robert Houdin era pequeño y proporcionado a la magnitud de la sala (capaz para doscientos espectadores cómodamente instalados). Representaba un salón Luis XV, blanco y dorado provisto únicamente de los muebles indispensables: una mesa en el centro, dos consolas y dos veladores. Una tabla del mismo estilo estaba colocada en el fondo de la escena y en todo su ancho; en ella se depositaban los objetos que debían servir durante el espectáculo. El entarimado estaba cubierto con un  rico tapiz (...)".

Unos años después el teatro se trasladaría al nº 8 del Boulevard des Italiens, donde conocería su emplazamiento definitivo, hasta su cierre.



Una relación tardía de la figura de Houdin nos hablará de:

"(...) Las Soirées fantastiques de Robert Houdin, inauguradas en el Palais Royal de París en julio de 1845. Sus innovaciones se basaron en estos principios: "La verdadera prestidigitación no debe ser la obra de un hojalatero, y sí únicamente la obra del artista: el público busca algo más que ver funcionar sus aparatos" (...) Suprimió a las personas que estaban en connivencia con el artista (compadres) y que pasaban por espectadores; toda ostentación de aparatos de metal (...), los tapetes de mesa que caían hasta el suelo sirviendo de escondite a un auxiliar del prestidigitador; reemplazó los millares de bujías y cirios de la escena por bombillas deslustradas e introdujo en aquélla elegantes mesas, veladores y consolas estilo Luis XV; desterró el extravagante traje de mágico y otros trajes excéntricos y presentó una serie de creaciones nuevas basadas en la agilidad y en los progresos de la óptica, de la mecánica y de la electricidad en particular, y de la física y de la química en general (...) Esas innovaciones fueron aceptadas por casi todos los artistas y constituyeron el punto de partida de la moderna escuela de prestidigitación.

Sus principales experimentos fueron : La doble vista, la suspensión etérea, el desecamiento cabalístico, la botella inagotable, el cartón fantástico, el cofre de cristal, el reloj aéreo, el naranjo maravilloso, la lluvia  de oro, el pañuelo de las sorpresas, el cuerno de la abundancia, el pastelero de palacio real y la guirnalda de flores ".


Si bien, y hasta su  retiro en la ciudad de Blois - y a excepción de las giras que alguna vez hubo de realizar en el extranjero - Robert Houdin siguió actuando en su propio teatro, en su biografía encontramos otros escenarios mágicos.

Como las orillas del Loire en donde, adolescente aún, alcanzó a conocer al impagable doctor Carlosbach, "escamoteador y profesor de burlas", el cual actuaba de pueblo en pueblo con una maleta enorme que contenía sus elixires, atavíos, folletos e instrumentos musicales.

El doctor Carlosbach era músico, charlatán, inventor del bálsamo Vermi-fugopanaceli y vendedor de manuales de ilusionismo. Asimismo era un experto fuguista de las posadas y hostales en los que se alojaba. A su repentina marcha de una aldea del Loire- "solicitado por las villas de los alrededores" según declaró más tarde - el joven Houdin hubo de conservar el recuerdo imborrable de su labia fascinante. Y de un libro de iniciación a las artes del ilusionismo que resultaría trascendental en la carrera del hijo del relojero de Blois.

Tiempo después también conocería el escenario ambulante del misterioso escamoteador Torrini - descendiente directo, según se supo con posterioridad, del Conde de Grisy - el cual iba transportado en un coche lento y destartalado, tirado por dos caballos no más fugaces. Pero que tenía la habilidad - y la magia - de convertir molinos y posadas a los que arribaba en improvisados y mágicos teatros de ilusionismo, al menos por unas horas.

Pasados los años Houdin aún recordaría la maravillosa transformación del dormitorio de la posada en la que convalecía de un grave accidente en una sala de escamoteo con todos los elementos al uso. Y con la iluminación que nombraba el milagro.


En una remota época Houdin habría viajado con una compañía ambulante por la región de Orleans. Otro escenario habitual serían, más tarde, los salones y mansiones privadas de la Ile de France. Antes de la apertura de su propio escenario Houdin había actuado en Londres - donde se mantuvo varios meses en escena -, Escocia, Irlanda, Alemania y Bélgica. Allí conoció a los nuevos "Theatre of Illution" donde se habían trasladado las actuaciones de los ilusionistas. Entre ellos el célebre teatro neo-egipcio de Londres, cuya fascinadora decoración, ambientación y carteles hacían casi innecesaria toda representación posterior. En Francia desde finales del siglo  XVIII el ilusionismo había comenzado a acudir a los nuevos teatros, como los de Phillipe y Pinetti, que se habían hecho habituales ya a principios de la Restauración .

A partir de la apertura del escenario del Palais Royal  alguna de las representaciones de Houdin se han convertido en clásicas ya - y se puede contemplar por ejemplo una excelente recreación de El naranjo en la película El ilusionista, dirigida por Neil Burger en 2006, y basada en la novela de Steven Millhauser Eisenheim The Illusionist .



Entre las posibilidades del Thèatre Houdin  uno podía encontrarse con la impagable experiencia de  "LAS ARPAS EOLICAS TOCANDO POR EL SOPLO DE LOS ESPIRITUS MEDIANIMICOS". Pero también con la representación de Pierrot en el huevo, La pesca milagrosa o El búho fascinador. O la actuación de los autómatas El escribiente, La mujer y el ruiseñor, los clowns Aurol y Deberol. O sobre todo el legendario Antonio Diavolo, el trapecista... En algún lugar de sus memorias Houdin había aludido a los célebres autómatas El jugador de ajedrez de Kempelen. O al Componium, verdadera orquesta de improvisación mecánica. Su trapecista se haría, con el tiempo, no menos célebre.

Cuando años más tarde el escenario del Boulevard des Italiens estaba ya abandonado - y a punto de ser derribado - el mismo fue adquirido por el joven cineasta - y mago- Georges Mélies. Éste, que había sido discípulo y admirador de Houdin recuperó para el escenario varias de las representaciones clásicas de aquél. Junto con alguno de sus autómatas, que conservaba celosamente. (No en vano el primer film que allí realiza, en 1896, posee el título de "Escamotage d´une dame au Thèatre Robert Houdin"). Si al principio Mélies añade algunas imágenes fijas y otras animadas de la "linterna mágica" más tarde son proyecciones cinematográficas propiamente dichas las que culminan a menudo la función.


El Theatre Robert Houdin, décadas más tarde, conocería un melancólico final.

La noticia, entre otras, la recogemos en la carta que en marzo de 1914 un arruinado Georges Mélies escribiría al conocido mago inglés Maskelyne. En ella, apremiado por la ruina que le había llevado al abandono de sus innumerables actividades mágico-cinematográficas, Mélies exponía que:

"Como mi teatro tiene que ser demolido pronto por culpa de la prolongación del Boulevard Haussmann, estoy vendiendo algunos de los trucos que ya no tendrán ninguna utilidad para mí, como los objetos mecánicos de Robert-Houdin. Poseo diez de sus autómatas: Antonio Diavolo, 12.000 francos; genio de las rosas, 12000 francos; Auriol y Debureau, 12000 francos; Arlequín, 9000 francos; pastelero del palacio Real, 8000 francos; El naranjo misterioso, 5000 francos; El garde-francaise, 4000 francos; Sophos (jugadores de dominó), 3000 francos; la cesta de rosas, 1000 francos. Nunca he tenido la intención de vender estos autómatas, por los cuales siempre he sentido una verdadera pasión...".

Las negociaciones, según sabemos, al parecer nunca llegaron a buen puerto.

El Theatre Robert-Houdin, que había cerrado a partir de 1923, fue derribado definitivamente el siguiente año, con la ampliación final del Boulevard Haussmann.



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