jueves, 16 de marzo de 2017

Andre Kertész. Instantáneas póstumas.


En 1977, una mañana,  André Kertész se decidió por fin a comprar el objeto que había visto hacía algún tiempo en la librería Brentano de la 8th Street, cercana al apartamento de Washington Square en el que vivía hacía varios años. Era una pieza de cristal italiano - bautizada posteriormente como la Blown Glass por los críticos - en la que figuraba, moldeado en vidrio, un torso enigmático, transparente, vagamente melancólico.

Kertész había estado rehuyendo la adquisición de la pieza, cargada para él de un simbolismo personal. Finalmente no pudo rechazarla más y una fría mañana de marzo la compró.

"Yo estaba bastante impresionado ... el cuello y la espalda... era Elizabeth. Entré y miré y miré y decidí: "No lo compro". No quería ver aquello siempre detrás de mí, comprendes. Pero después de tres meses... Era un día horrible: marzo, frío, sin nadie en las calles. Salí y estaba solo en la tienda. "¿Puedo ayudarle?" . " Sí. Quiero eso". "Es bonito". "Lo sé. Lo he estado mirando un buen tiempo. Quiero comprarlo" - le contaría más tarde al crítico Robert Gurbo, que estaba escribiendo un minucioso ensayo sobre su obra.

El "vidrio italiano" entraría a partir de ese momento a formar parte de una serie de fotografías inmediatas, fuertemente alegóricas, que el autor húngaro irá elaborando en su estudio los años siguientes. Utilizaría para ello principalmente las cámaras Polaroid que su amigo, el músico Graham Nash, al principio, y la propia compañía Polaroid más tarde, le habían regalado.


Unas semanas más tarde compraría un segundo Vidrio. A partir de ese momento serían dos las figuras, inmediatas la una a la otra. Estas imágenes, realizadas desde su casa, formarían con el tiempo un melancólico, personal repertorio. El espacio cerrado del propio apartamento era el escenario desde donde los maniquíes se amaban, se miraban, evocaban un paisaje distante, al modo de los autómatas y los objetos mudos: en otro lugar, al que los demás apenas podían tener acceso.

Kertész realiza entonces una serie de fotografías - editada en 1981 bajo el título de From my Window- en la que toda su historia privada surge en forma de alegoría, de referencia a una otra parte, oculta, que nunca era manifestada con nitidez.


Las imágenes instantáneas de la Polaroid SX-70 estaban llenas de reflejos. Las luces de la calle se reflejaban en el vidrio. También las sombras de la casa. Las ventanas lejanas de un Manhattan que, ya, sólo era recogido desde la intimidad del apartamento. En una instantánea de la serie el autor se retrata: como una sombra en un espejo, al fondo de la habitación. En alguna posterior recogía la imagen de otra imagen, una fotografía antigua de Elizabeth - fallecida hacía poco tiempo - y de los objetos que acompañaban la fotografía de aquélla. Los maniquíes se contemplaban en otra, más tarde. En alguna se miran, ciegos. Como se contemplan los maniquíes: absortos, inmóviles, en otro lugar, fuera del tiempo... Luces y sombras y objetos se reflejaban en las imágenes: desde otra parte que la fotografía nunca alcanza a revelar por completo.


El mundo ahora, la ciudad al fondo, estaban lejos. Su contemplación se efectuaba en estas instantáneas a través del filtro de la distancia: de la ventana que divide el espacio de la intimidad, de la detención, de un escenario en movimiento, fugaz, y en el fondo, ajeno. Los objetos inmóviles, alegóricos del apartamento subrayaban esta intimidad, tan melancólica ya. Pues hablaba en realidad de un repertorio de la ausencia, ya nunca manifestado en su cercanía.

En algún catálogo posterior se describe: "André Kertész continuó con la fotografía durante los seis años siguientes, hasta que muere en 1985, trabajando tanto con una cámara de 35 mm. como con la Polaroid SX-70".

El pequeño parque debajo de la casa, la plaza en el Greenwich Village, se habían convertido últimamente, después de tantos viajes, en el centro desde donde el fotógrafo seguía elaborando sus imágenes. En 1974 había publicado un libro con ese título precisamente: Washington Square. En él, como en otro momento había sido la ciudad de París - o Budapest, o Bonifacio en Córcega, o la llanura húngara aún más lejos - la ciudad de Nueva York se ofrecía de nuevo a la mirada como el lugar de la fotografía - de los acontecimientos, en última instancia.



En esta última época, junto con la serie de imágenes del apartamento de Washington Square figurarían otras a veces. Incluido un pequeño apartado de "fotografías sociales". En las que retrata a Graham Nash, Susan Nash - en una insólita actitud erótica -, a Silvia Plachy; un raro retrato del japonés Hiroshi Hamaya... En algunas, aparece de nuevo la ciudad: las sombras caían otra vez sobre Manhattan, Nueva York se contemplaba a lo lejos, su reflejo...

Anteriormente, se nos cuenta, había transcurrido una época en que André Kertész había dejado prácticamente de trabajar. Tras la muerte de su esposa, Elizabeth Saly, se había sumido en una profunda tristeza, no había regresado al estudio, apenas salía de la casa.

Robert Gurbo comentó después: "La inmediatez y privacidad del proceso de Polaroid ofreció a André la oportunidad de explorar el vacío que de otra manera no habría podido comunicar. La SX-70 le ofreció la posibilidad de trabajar a través de su tristeza, melancolía y recuerdos".

Surgió entonces esta serie de imágenes desde el apartamento de Washington Square, en las que, cargadas de una silenciosa alegoría, de alguna manera concluía el ciclo de fotografías que se había iniciado, tantas décadas atrás, en la ciudad de Budapest a principios del siglo XX, cuando aún pervivía el Imperio Austro-Húngaro.


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André Kertész había nacido en 1894, en Budapest. Pertenecía a una familia de la pequeña burguesía húngara, de origen judío. La primera cámara había caído en sus manos casualmente - un regalo de un familiar, contaba - e inmediatamente se sintió atraído por la fotografía. La temprana muerte del padre les lleva durante una temporada a una casa de campo en Szigetbecse, una pequeña localidad al sur de la capital, en la llanura. Comienza a fotografiar los pueblos de la puzsta, los personajes que viven en ella. Más tarde, movilizado durante la Gran Guerra, realiza algunas imágenes de las tropas en la retaguardia, la vida cotidiana antes de llegar al frente. Cae herido y tiene que realizar una larga convalecencia en Budapest primero, en el hospital de Esztergom después. Guardamos alguna placa del lugar, de los parques y pueblos que rodean el hospital. Pero la mayoría de los negativos de esta época se pierden durante la revolución comunista de 1919.

Kertész comienza a fotografiar lo que le rodea. No trabaja en el estudio; no elabora apenas las imágenes. Los campos, el río, la llanura, sus personajes... Pero también surge la sombra, lo apenas entrevisto, una figura que se pierde antes de que podamos contemplarla, un instante.

Mucho tiempo después el fotógrafo recordaría: "Becse no ha sido importante y decisivo por mi familia, sino porque allí podía plasmar de cerca la naturaleza y aquella gente. Más adelante, al fotografiar paisajes o personas, ya fuese en Tiszaszalka, Esztergom o Haraszti; en Francia o Nueva York, siempre que tomaba una imagen hacía renacer en ella los parajes y la gente de Becse".




Budapest es una ciudad fascinante, atravesada por la antigua polémica nacionalista de Hungría, la sensación de permanecer en un lugar extremo entre el Oriente y la Mitteleuropa. (Kertész comentaría, muchos años más tarde: "Había muchos fotógrafos húngaros, muy buenos e interesantes, aunque el único que se hizo famoso fue Munhacsi: quizás se debiera a que nuestra cultura era un cruce del Oriente y el Occidente"). La capital había crecido de manera evidente en las últimas décadas del Reino Austro- Húngaro. La población había pasado de los 300.000 habitantes de mediados de siglo al más de un millón tras la Gran Guerra. "La vitalidad de la cultura en Budapest se desarrollaba entre los cafés y los cabarets", se afirmaba en una biografía de la época. "Pest que estaba dotada con cafés, era el centro social e intelectual diario".



La ciudad es fascinante. Pero también, aprendemos desde sus fotografías tempranas, lo son sus sombras. Frente a la evidencia, lo transparente, en las imágenes de Kertész surge la lluvia. O una niebla a veces que vela la evidencia, nos advierte de que toda imagen, a pesar de su aparente nitidez, remite a una otra parte, apenas manifestada.

La calle y sus habitantes. Vagan por éstas, son encontrados un momento - lejos del estudio, de una imagen prevista- después se pierden para siempre. Entre estos, surge ya la presencia de los personajes que serán caros a la obra del fotógrafo: los artistas de la calle. Los músicos ambulantes, los malabaristas, los trapecistas, los ilusionistas callejeros... Los niños, participantes en la magia, pertenecen también a la escena.

El azar en las calles... "Por entonces vivía en París el titiritero Géza Blattner - nos cometa un catálogo de su etapa parisina - que en 1929 abrió su teatro de marionetas Arc en Ciel. Kertész se hizo su fotógrafo permanente".



Las primeras fotografías de Kertész se publican en la revista Erdekes Ursaj . Más tarde en Nasti Plo.  En Hungría existe ya una nómina de fotógrafos que elaboran este paisaje visual que acompaña la polémica sobre el carácter nacional, el inestable lugar del país cuando la antigua certidumbre del Imperio Austro- Húngaro había finalizado.


Un personaje célebre en la historia de la nueva técnica había sido el Conde Mihály Esterhazy. Entre sus viajes novelescos había instalado un insólito laboratorio de fotografía en la finca familiar de Cseklész (en Bernolakovo, Eslovaquia hoy en día). Sus ediciones fotográficas inauguran de algún modo una tradición que se va a continuar - en Budapest principalmente - en el siguiente siglo. En 1899 había sido inaugurado el Photo-Club de la capital.

Los primeros fotógrafos húngaros curiosamente no son incluidos en la nómina internacional del foto-pictorialismo, ni en sus exposiciones. Sus nombres y su obra apenas saldrán del ámbito local. Kertész habla de alguno de ellos: Rudolf Balogh, Imre Révesz-Biró, Erno Vadas... La tendencia predominante sigue siendo la del pictorialismo fotográfico. Y una suerte de recreación permanente de la literatura de la puzsta, el paisaje tradicional del llano húngaro.


El Salón de Fotografía de Budapest del año 1924, en el que ya se incluye a Kertész, muestra este escenario tradicional, de alguna manera aún decimonónico, de la fotografía húngara. "(...) los campesinos representados y su entorno, los pobres, y la romántica y antigua belleza de Budapest" se describen en algún lugar los temas de esta fotografía.

El trabajo de André estaba apartado de una clasificación definida. En una noticia de la época se alude a su carácter "social".

"El trabajo temprano socialmente inspirado de Andor Kertész (antes de conseguir renombre como André Kertész ) no tuvo ninguna publicidad". Sus fotografías de las calles, lejos de la elaboración en el estudio, lejos de cualquier "composición" final, era calificada en el momento de "inspiración social". En el Salón se le había sugerido la utilización del revelado con un efecto pictórico - la bromoleotipia - y el retocado de los negativos, indicación que Kertész había rechazado de plano. Quedó relegado a una mención de segundo orden entonces.


La fotografía húngara queda al margen de las exposiciones internacionales que durante estas décadas iban a recorrer Europa. Bajo la forma de pervivencia del pictorialismo, en algún caso. De las revueltas futuristas en otro, las primeras referencias a la Bauhaus, a la obra de Man Ray en París - en 1922 iba a publicar éste su temprano Les Champs Delicieux.

En Budapest algunos fotógrafos se habían profesionalizado por fin - después del inicial carácter aficionado de los primeros autores. Son nombres como Lajos Lenggel, Lajos Kassák, o Josef Pécsi - el único que iba a conseguir una cierta audiencia fuera de Hungría. Curiosamente, en las biografías de Kertész apenas se alude a las influencias formales de ninguno de estos autores. Sí se hace en cambio a la presencia de un ambiente literario que, se afirma, iba a estar presente en su obra - una teoría del instante y la sensación, por llamarla así. Frente al aprendizaje formal de la fotografía.

 "(El poeta) Endre Ady dio voz a los anhelos y sentido de la alienación sufrido por sus paisanos - incluido Kertész", afirmará Sandra Phillips en su minuciosa biografía. Y, en otro lugar, se nos dirá:    "Kertész fue inspirado no sólo por Ady, sino por otros poetas, como Sandor Pëtofi, Dezso Kozstalanyi, Jósef Kiss e incluso por la poesía arcaica ". Otro artículo alude a la influencia de dos pintores, excelentes, entre un tardo futurismo y la versión expresionista del cubismo a la moda, como Tihanyi Lagos o Gyula Zilzer. Los dos desarrollarían su obra en París después.

El objeto de la fotografía de Kertész seguía siendo el instante. "Recordad los reporteros y los amateurs - ambos quieren sólo realizar un documento o un recuerdo: eso es pura fotografía" escribiría en París más tarde. "El momento siempre dictamina mi obra. Lo que siento, eso hago".


Junto a Erdekes Ujsag  también edita en Nasti Plo, en otras publicaciones de la época. La fotografía comienza a adquirir el carácter de marca visible - e inmediata - de las ediciones públicas en la década.

 Kertész realiza en los años 20 una serie de imágenes de sujetos en el agua. Ésta, los reflejos, lo huidizo de la forma son el objeto de la fotografía: un objeto que se escabulle, entrevisto un instante, de nuevo. Muchos de los negativos se pierden, después, en las revueltas de 1919.

 En una reproducida imagen de 1920, "Circus", dos personajes observan a través de un agujero practicado en un telón. El repertorio: la calle, los viandantes, la representación circense, son en cierto modo habituales en la iconografía del fotógrafo. Pero esta imagen se sitúa de este lado de la representación, frente al telón velado: aquello que debiera mostrar está al otro lado de la misma. Siempre hay un otro lado.

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En 1965 Kertész realiza una fotografía de un parque sobre el río en Nueva York que, de alguna forma, repetía una imagen anterior, como la conocida "Sillas" de París en 1927. En ella la presencia silenciosa de las sillas en el espacio abierto aparecía de nuevo como una representación melancólica: no de la plenitud del objeto, ni de los personajes. Sino de la capacidad metonímica de aquellos para evocar una otra parte. Que nunca aparece.


Había algo en las fotografías de la larga época americana en Kertész que sugería la sensación del vacío en sus imágenes - al contrario de las impresiones parisinas, que aparecían siempre sobrecargadas de un denso significado. ( La revista LIFE rechazaría su colaboración en la misma porque argumentaron que sus imágenes "hablaban demasiado").

Pasados los largos años de exilio personal en los EE.UU., con la celebración de sus primeras exposiciones individuales y el retorno a la fotografía personal, su serie posterior sobre Washington Square en cualquier caso constituía, de nuevo, una excelente y poética recreación de una ciudad - más distante siempre, más vacía, más ajena de lo que había sido el París de los años 20.


Había transcurrido un largo viaje desde el origen en Hungría, al traslado al París de los años 30 - "where the twentieth century was", en la expresión de Gertrude Stein - al viaje a los EE.UU. en 1936, la imposibilidad del regreso a Europa con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el rechazo de la fotografía "europea" por parte de las publicaciones americanas, el trabajo de interiores por encargo para House and Garden, la recreación posterior del escenario del Greenwich Village... El reconocimiento internacional por fin, el regreso a los antiguos escenarios. La melancolía, la noción del tiempo pasado, más tarde.



En una imagen hipnótica de 1984  en un tardío regreso a Budapest, Kertész fotografía en la carretera de Szigetbecse a un ciclista que se dirige a los bosques cercanos a la ciudad. Su figura surge entre la lluvia y la fugacidad del instante. Un momento después se perderá en la niebla.

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Bibl.

- Brassaï   " My friend André Kertész"    en   Camera   nº 4,  1963.

- Pierre Mac Orlan     Paris vu par André Kertész    Lib. Plon,  Paris  1934.

- Hilton Kramer     André Kerstész: Hungarian memories      NY, Graph. Society,   1982.

- Robert Gurbo     André Kestész. The Polaroids         NY, W.W. Norton,   2007.

- Sandra S. Phillips      André Kertész         Chicago,  Art Inst. of Chicago,  1985.

- Sandra S. Phillips      André Kertész. Of Paris and New York         NY,  Thames & Hudson,   1985.

- (Cat.)    The Birth of Art Photography (1889-1929)           Budapest, Museum of Fine Arts,   2012.

 - A. Kertész       Hungarian memories        NY,  Brown & Company   , 1982.

- A. Kertész       Washington Square        Grossman Publ. , NY,  1975.

- A. Kertész         From my Window        NY Graphic Society,  Boston   1982.

jueves, 2 de marzo de 2017

Del " Libro de la almohada"

 (Kikuchi Yosai )

" Cosas que pierden al estar pintadas...

Claveles, flores de cerezo, rosas amarillas. Hombres o mujeres cuya belleza las novelas las alaban.


Cosas que ganan al ser pintadas...

Campos en el otoño. Pinos. Aldeas y senderos de montaña. Grullas y ciervos. Un paisaje de frío invierno, un paisaje muy cálido de verano.


Cosas que dan la sensación de limpio.

Una taza de barro. Un bol nuevo de metal. Una estera de junco. El juego de luz sobre el agua cuando una llena una vasija. Un arcón nuevo de madera.


Cosas desagradables.

El revés de una tela bordada.
El interior de la oreja de un gato.
Una camada de ratas que todavía no tienen pelos, cuando salen arrastrándose de su nido.
Las costuras de un abrigo de piel cuando está sin forro.
La oscuridad en un lugar que no parece limpio.
Una mujer poco atrayente que cuida muchos niños.
Una mujer que se enferma y tarda en reponerse. Para su amante, que no se siente muy apegado a ella, el espectáculo es ingrato.


Cosas que están lejos aunque estén cerca.

Fiestas que se celebran cerca del Palacio.
Relaciones entre hermanos, hermanas y otros miembros de la familia que no se quieren.
El camino zigzagueante que lleva al templo de Kurama.
El último día del Duodécimo Mes y el primero del Primer Mes.


Cosas que están cerca aunque estén lejos.

El Paraíso.
El derrotero de un bote.
Las relaciones entre un hombre y una mujer. "


 ( Hokusai)

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- De     Sei Shonagon     The Pillow Book of Sei Shonagon    a. 994 aprox.  (Traducción de J.L. Borges y María Kodama )
       Madrid, 2004.

Las islas fugitivas

  Eugéne Atget había fotografiado los alrededores del parque Montsouris de París en varias ocasiones. Además de las sillas y los portales va...

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