Noticias del Frente
Aquel otoño del 37 debió de ser excepcionalmente frío. Tras
la caída de Bilbao en agosto de ese año, una continua niebla, contaron, acompañó
el reinicio de las hostilidades en Cantabria a continuación. El hielo, la
ventisca fría, cubrían los Picos de Europa, taparon los puertos
asturianos al final del verano.
Yo buscaba una suerte de memoria de aquellos días, más allá
de la crónica militar, de las digresiones políticas al uso. En algunas páginas sueltas
del “Diccionario para un macuto” del navarro Rafael García Serrano había hallado a
veces una evocación de los días y el clima de la guerra, que en otras
historias, o manuales al uso, no surgían.
Estaba en concreto buscando algunas páginas en donde se recordaba el final de la Campaña del Norte. Tras el caluroso agosto el primer otoño había traído un clima hostil sobre las montañas. Aquélla había tenido lugar tras el derrumbamiento del Cinturón de Hierro de Bilbao, el confuso pacto de Santoña entre el PNV y los italianos, la acelerada toma de Santander a continuación. Antes, durante unos meses había sucedido, describe García Serrano entre otros, una especie de pausa en la que los requetés navarros regresaron de permiso a los valles de Alarar o el Baztán – otros bajaban a la Ribera-, se reciben noticias del frente de Madrid, algunos solicitan un permiso para viajar a San Sebastián, y en una descripción efectuada como de paso, nombra una ciudad en la que aún persistía la costumbre del veraneo antiguo, pese a todo, y los afortunados cenan en Xauen, tertulian en el Hotel Continental o acuden al remozado bar de Pedro Chicote, cuyo local de la Gran Vía madrileña había sido socializado. En alguna otra crónica - una relación de la estancia de Edgard Neville en medio de sus filmaciones en los frentes, los encuentros con Foxá o la redacción de La ametralladora - había encontrado el término de “el verano prolongado” referido a la ciudad aquel año.
Un clima frío, inhóspito, se instalará a primeros de
septiembre en las montañas cantábricas, donde tiene lugar la campaña final del
Norte a continuación.
Noticias de los días… Una evocación del paisaje de estaciones
de tren y oscuras tabernas, en unas calles donde los capotes
militares refuerzan el escenario sombrío, surgía en una novela posterior de
García Serrano, “Los ojos perdidos”, que narra un día de permiso de un alférez
provisional en los bares de la ciudad de Gambo, - una mención de
Pamplona, seguramente- entre la aspereza del frente de donde viene y la
inminencia de otro frente cercano, adonde ha de partir a continuación.
Ninguno de estos dos se nombra, pero su presencia flota, constante, sobre el
momentáneo sosiego de la ciudad cercana a la frontera.
Antes, un aire como de veraneo antiguo persistía aún. Se filtra a veces a
través de las noticias que de la costa guipuzcoana y de las playas del país
Vasco francés, con lugares como Biarritz o San Juan de Luz, aparecen en las
crónicas de aquel verano. Las encontré por ejemplo en el libro, por lo demás
delirante, de memorias del embajador norteamericano en la guerra, Claude Bowers,
el cual justifica todos los crímenes del bando republicano como “necesarios”, defiende
su legalidad irreprochable y llega a afirmar que Negrín y sus ministros dormían
en las cárceles para proteger a los presos- Bowers será inmediatamente destituido
con el reconocimiento del régimen en 1939.
Pero en su estancia en el frente durante aquellos meses previos–
empeñado en una tarea de rescate por barco de los súbditos americanos que lo
solicitaban- viaja continuamente al otro lado de la frontera, se reúne con embajadores
y exiliados varios en la costa francesa, y apunta en alguna parte:
“Este lugar está compuesto de lo que popularmente es conocido
por una playa internacional de moda, y era agresivamente franquista (…) Los
hoteles y las villas estaban atestados de refugiados de la nobleza y la
aristocracia, y un forastero, paseándose por la playa de san Juan de Luz,
habría creído hallarse en una ciudad española, puesto que la mayor parte de los
transeúntes hablaba en español. Estos llenaban el bar Vasco de san Juan de Luz
y el bar Sonny en Biarritz a las horas del cóctel (…) Muchos habían llegado del
territorio leal por medios tortuosos”.
Hasta allí llegan ecos del frente, recogidos desde una retaguardia cercana… Pio
Baroja, refugiado en los primeros días de la guerra en san Juan de Luz, recogía
también en unas notas – que no serían publicadas hasta muchas décadas después-
las noticias y el ruido que desde el otro lado de la frontera llegaban al, por
otra parte plácido, puerto francés. Despotricando de un modo ferozmente
barojiano contra tirios y troyanos – republicanos y carlistas- en algún momento
contrasta la sensualidad de la playa de san Juan con las noticias y el sordo
rumor de los bombardeos más allá del Bidasoa. Y con las llamas nocturnas y las
luces sangrientas que del incendio de Irún llegaban hasta la villa. Una niebla
constante, una fría llovizna, afirmaba, cubrieron aquel primer verano de
guerra.
El tiempo detenido entre las batallas, luego… Algo más lejos,
en la fría Castilla, Dionisio Ridruejo describirá también en sus memorias los primeros días de invierno en la ventosa ciudad de Burgos, que durante un tiempo se
convierte en capital del Alzamiento. Los uniformes varios inundan las calles,
los cafés, el paseo del río; también las tejas clericales y los manteos pardos.
La ciudad está cercana a un frente inmovilizado durante algún tiempo. Del norte
de Burgos, de las montañas palentinas, partirán más tarde las brigadas
castellanas hacia los puertos asturianos y leoneses. Las líneas de las trincheras, desde el primer mes de la guerra, están inmovilizadas en ellos.
Frente a las noticias que llegan de la otra parte, que hablan
de la transformación de un escenario tradicional de las ciudades – en Barcelona
han sido quemados todos los templos, dicen, banderas rojinegras inundan las calles, la
población viste con monos azules, en las calles los fusiles se amontonan frente a las
terrazas – Ridruejo recreará la noticia de una vida provinciana que aún se
mantenía a despecho del rumor de los frentes cercanos:
“El barrio de la Castellana, algunos restaurancitos chicos de lechón y clarete y (…) el hotel Condestable, lugar casi obligado para las comidas de compromiso”. El catalán Ignacio Agustí, exiliado de Barcelona, que en Valladolid edita la revista Destino, define a ésta como “una ciudad sombría”. El Diario palentino, en medio de la guerra - que se mantiene en los puertos del norte de la provincia- aún describe: "Los lugares tradicionales de paseo: la orilla del río, avenida de Valladolid, la carretera de Grijota, la calle Mayor y, cuando el tiempo es bueno, (...) la floresta de san Diego, el Cerro del Otero, la fuente de la Salud...".
Más al sur, el voluntario británico Peter Kemp, de camino hacia algún frente, se
detiene en Ávila. La describe al llegar como “Situada en una colina, rodeada de
almenadas murallas, y relacionada para siempre con el nombre de santa Teresa”.
En un hotel de la fría ciudad se reúne la colonia extranjera: periodistas,
diplomáticos y voluntarios, de camino hacia alguna otra parte. “La cena fue
excelente, el vino abundante y animada la conversación en todas partes”.
La campaña en el Norte se reanuda poco después. Bajo la montaña, en los pueblos de la antigua Castilla, los voluntarios italianos habían tenido un tiempo de reorganización después de los avatares de Guadalajara y se agrupan en ciudades como Peñaranda de Duero – de donde acuden los días de permiso a la cercana Aranda de Duero, mucho más animada- o Briviesca, en la que ocupan todas las terrazas de la carretera a Miranda de Ebro. Algunos jóvenes locales se quejan de que siempre llevan el uniforme impecable, y son los primeros en salir a bailar a la verbena de la plaza. Renzo Lodoli, oficial de la División Littorio, recuerda su estancia en Villarcayo:
"Estábamos en un pequeño pueblo de Villarcayo, a unas millas del frente. Era julio y desde marzo alguno no había luchado. Me acuerdo del casino de Villarcayo. Nosotros: pretenciosos, el humo, el olor a humanidad, lleno de canciones, el desfile de los oficiales...". (Mussoliniano convencido, al final de sus memorias de guerra defenderá que: "Sin la victoria de Franco en España se habría afirmado un régimen comunista" para lamentar profundamente después que en España, a excepción de "unos cuantos saludos y símbolos", no se hubiera instaurado un régimen fascista en el fondo).
Desde Medina de Pomar, un oficial desconocido, Guglielmo Sandri, recoge en su cámara la estancia en la comarca de las Merindades burgalesas: unos pueblos absortos entre la piedra y el calor de las eras. (Una crónica afirma que también tomaría imágenes de la campaña de Santander, pero éstas nunca han aparecido). No serían publicadas hasta 1992, en que alguien encuentra los negativos abandonados en una casa desmantelada de la provincia de Bolzano. Las fotografías nombraban el tiempo detenido en la estancia de los voluntarios, que se sientan frente a un pórtico de piedra en las afueras de algún pueblo y miran hacia la cámara. Y de un tiempo, detenido mucho antes, en las viejas enlutadas que barren las escaleras de ese mismo pórtico; en unos aldeanos que regresan, como cada tarde, con las caballerías al pueblo. Otra noticia nos habla de las fotografías que otros voluntarios están tomando en el mismo momento, alejados del frente. De Michele Francone o Maurizio Lorandi. El primero recorrerá los diversos lugares de las batallas según el CTV está avanzando: Santander, Aragón, Levante, el Ebro, Cataluña, para acabar en el avance final, la última semana de la guerra, que se incia desde Toledo hacia Madrid. El segundo recoge las imágenes del ocio de un verano caluroso en las Merindades, en Aragón después. (Una enumeración, ciertamente evocadora, nos dice que: "Hubo italianos en el valle de Tobalina, Merindad de Cuesta Urría, Trespaderne, Valle de Losa, Merindad de Sotoscuera, Espinosa de los Monteros y Merindad de Valdeporres"). Los italianos, cuenta otro relato, llevaban con ellos su propio aceite de oliva y se acercaban hasta Burgos para comprar el pan de la capital. (No podían sufrir ni el aceite ni el pan local, contaba el mismo relato). De su estancia en Quintana de Valdivieso una historia local recuerda que: "El recuerdo del pan también es claro, ya que estos soldados se lo regalaban (a los vecinos) blanco y hasta entonces lo habían comido negro y muy malo".
Debió de haber luego unas semanas de calor implacable, ese calor del norte húmedo, inmisericorde, que se pega a las ropas, en los primeros días de la campaña de Santander, adonde acuden las tropas del Corpo di Truppe Volontaire italianas. Desde el cerro de la Maza al norte de la provincia, que domina los pasos hacia la cordillera Cantábrica, la misma historia relata cómo al comienzo de la campaña: "Al acabar el día, las tropas italianas ya eran enteramente dueñas de la carretera principal a Santander". En el frente oriental las brigadas navarras y castellanas habrían copado a los republicanos en la llamada "Bolsa de Reinosa"", entrando en la ciudad a continuación.
El periodista Indro Montanelli recoge en un artículo los días
finales de aquélla, poco antes de la entrada en la ciudad:
“Los rojos han movilizado su radio- escribe en su crónica a Il
Messagero –. Toda la noche han voceado con admirable unanimidad. Es por
ella que aprendimos que los milicianos en el frente de Santander no fueron
desbaratados, sino que “se retiraron por razones estratégicas”. Y, más
adelante, describe: “Nos encontramos en el fondo de un valle, un brochazo verde
en un pardo paisaje (…) Un largo paseo y un solo enemigo: el calor. Un calor en
picado, arrogante, brutal”.
Esta crónica, alguna otra similar del escritor, - como la titulada "Nuevo avance de veinte kilómetros de los legionarios al norte de Reinosa"- provocarán su retirada de la campaña del Norte y su obligado regreso a Italia. Las autoridades militares habían deseado – y consiguieron que algún reportero redactara en su lugar- una descripción de la entrada heroica de los voluntarios en Cantabria, vagamente épica, que contrastaba con la relación del periodista florentino del paseo de unas brigadas por una carretera de la costa sin oposición alguna, -con la rendición de las últimas tropas del gobierno republicano-, protegidas en los altos por las brigadas navarras, señalaba, y agobiadas únicamente por el calor de agosto de aquel año. Los voluntarios - además del permanente recurso a la radio, que, recuerda algún lugareño, escuchaban constantemente en los bares- leen el diario Il Legionario, que ha comenzado a editarse cercano al frente. (Un subtítulo posterior lo anunció, retóricamente, como "Giornale de lavoratori combattenti in Spagna in difesa della civiltá europea, contro la barbarie rossa", antes de volver al más sencillo “Quotidiano dei volontari italiani”). Las noticias sobre España eran publicadas cotidianamente en la prensa italiana.
Los burgaleses escuchaban la radio. Recordando la función del "parte" el descrito en su momento como "cronista oficial" de la prensa nacional, Víctor Ruiz Albéniz, escribía desde Salamanca: "Un cornetín toca atención: es el parte oficial del CGG. Noticias de última hora. Hasta el más escondido rincón, hasta los pueblecillos inaccesibles perdidos en los riscos de las montañas o en los rincones de la costa, llega la voz de Salamanca". Un periodista italiano anónimo había comentado la instalación de receptores en los bares de las Merindades, de los que estos habían carecido antes.
Escasas noticias veraces de los frentes llegan habitualmente a la
prensa republicana. En su lugar se repiten los titulares sobre la unidad y la
inquebrantable resistencia de los milicianos que ocupan las portadas y las páginas
interiores de los periódicos, en un cuerpo de letra desmesurado y con
abundancia de exclamaciones. Una pequeña nota titulada “Parte de guerra”,
elaborada por el organismo oficial correspondiente, - Ministerio de Defensa-
anunciaba normalmente que los frentes no se han movido y que las tropas leales
han avanzado en tal o cual dirección. Pero en el norte la localización del frente
inamovible está cambiando a diario, en dirección a la costa. Lo que, en algún
raro momento se traduce como “ligera rectificación de nuestras líneas en el
sector de Santoña” corresponde a las noticias que, desde el otro lado, anuncian el
derrumbamiento de todo el frente.
La prensa republicana seguía fielmente el principio del
periodismo como propaganda. La ideología sustituía a los acontecimientos. Los grandes titulares – a dos tintas en el caso de Frente
Rojo o Mundo Obrero- repiten, en todos los números, la llamada a la
Unidad – unidad que, promovida por la Komintern, sólo se produciría con
la fusión de las juventudes socialistas y comunistas para formar las Juventudes
Socialistas Unificadas. La Voz de Cantabria repite a diario el
mantenimiento de la iniciativa en todos los pueblos, los montes y los puertos
del Cantábrico. La derrota del fascismo se anuncia inminente de una u otra
forma. ("La guerra está ganada en toda España" proclamaba un número de mayo del 37 de Euzkadi roja). Los frentes se mantienen. El voluntarismo ilustra las portadas: "¡Euzkadi es invencible!" titula aún en mayo de 1937 uno de los últimos números de CNT del norte. También las noticias falsas. "Se lucha ya en el interior de Toledo" proclamaba el mismo número. Y en otro anuncia la sublevación de la ciudad de Ceuta, aplastada con miles de fusilamientos. (Una descripción, ya en la posguerra, de la
enciclopedia Espasa-Calpe, comentará cómo: “Pero adoptada por aquél – el
gobierno de Valencia- la “táctica de la mentira” (…) llegó a conseguir
frecuentemente un resultado contrario al buscado, al intensificar en todas
partes el interés de escuchar la radio nacional”. El navarro García Serrano
incluye un capítulo titulado “Donde se escucha el parte original a medianoche
mientras llueve lo suyo” en una de sus novelas sobre aquel primer momento
bélico. Las noticias sobre “el parte”, la radio de galena en las repisas de las cocinas se repite en otros lugares).
Del periodismo, de la propaganda como obligada lectura entre
líneas. “¡Bilbao será la tumba del fascismo!” titulaba la revista Acracia
el número del 19 de junio de 1937, mientras las brigadas navarras entraban en la ciudad. (Mucho más acertadamente, el conde de Foxá
había afirmado en su momento que: “El cura Yzurdiaga será la tumba del
fascismo” a sus regocijados contertulios, que detestaban por igual al agreste
padre navarro). Y, una semana después, el mismo semanario anarquista afirmaba:
“¡Bilbao volverá pronto a ser nuestro!”. Era la primera noticia de la toma de
Bilbao que aparecía en la revista, editada en Gijón.
No había apenas información militar de los frentes. En su lugar los grandes titulares victoriosos. “¡Asturias
volverá a ser nuestra!” proclamaba en portada un número de Mundo Obrero
de octubre de 1937, en lo que era el primer reconocimiento de la caída de
Asturias. Y, en un último número editado también en Gijón “¡Unidad de acción
internacional que obligue a salvarla!”. (Finalizada la batalla del Ebro y a punto de comenzar la campaña de Cataluña, el mismo rotativo proclamaba en primera página, inalterable: "Los invasores volverán a estrellarse en los frentes contra la invencible moral de nuestro ejército").
El soviético Mihail Koltsov, corresponsal de Pravda, y según
algunos, enviado personal de Stalin a la guerra de España, había viajado en un
primer momento – julio del 36- a Vizcaya y entrevistado a varios dirigentes del
gobierno vasco. Unas crónicas elogiosas y fervientes habían acompañado esta
primera visita, en donde, aseguraba, la solidez de la República era inalterable.
Un segundo viaje, en julio del 37, a punto de caer la ciudad de Bilbao,
constituía en cambio una crítica soviética a la débil defensa del Gobierno, formado
de manera insólita por nacionalistas, comunistas, anarquistas varios e incluso
católicos, como llegaba a apuntar en una nota anterior.
“Los propios nacionalistas vascos, en estos días durísimos y
decisivos, actúan de manera insensata e inexplicable. Sólo cabe explicar sus
actos por las contradicciones y la lucha entre los mismos nacionalistas”. En
otro artículo para Pravda lamentará que no haya “un mando unificado”,
que él afirma debía haberse producido con los comandantes comunistas Manuel
Cristóbal y Nino Nanetti. Palmiro Togliatti, agente de la Comintern asimismo,
atribuirá la caída de Bilbao y más tarde Santander “a la falta de unidad dentro
del Frente Popular”. Un número de junio de ese mismo año de Euzkadi rojo
se había abierto con una portada en la que anunciaba: “Miguel Koltzov habla al pueblo
de Bilbao” y el subtítulo “El redactor-jefe de Pravda nos manifiesta su
convencimiento de que Bilbao no será del fascismo”.
No había noticias de la campaña, ni acontecimientos de
aquella apenas en la prensa de Madrid o Barcelona. Sino ante todo la reiteración de un futuro inminente.
Los partes de guerra siguieron siendo mínimos. (En febrero del 39, un mes antes
del fin de la guerra, un titular de la prensa madrileña a tres columnas recogía
las declaraciones de la Pasionaria, frente a los Pirineos: “España será la antorcha que ilumine el
camino de liberación de los pueblos sometidos al fascismo”. Por esas fechas el
doctor Negrín había escrito a Stalin informándole de “la evolución positiva del
contexto interno español”). Del frente del Norte desde el otoño de 1937 no hubo más noticias.
Ese mismo año 37, una historia triste habla de un último
encuentro del periodista Koltsov con el también enviado a España Ilia
Ehrenburg. Como presintiendo un inmediato final el ucraniano le habría
comentado a Ehrenburg, sentados en una Praga melancólica: “¿Qué habré dejado yo
cuando muera? Los artículos periodísticos son algo efímero. Ni siquiera son
útiles para un historiador, porque en nuestros artículos no mostramos lo que de
verdad está pasando en España, sólo lo que debería pasar”. Reclamado por Stalin
en Moscú, después de haber pronunciado una conferencia en la Asociación de
Escritores, es detenido esa misma noche por agentes de la NKVD y hecho fusilar
al poco.
El también nacido en Kiev Ilia Ehrenburg se libró, una detrás de otra, de todas las purgas sucesivas con las que se recibió a “los españoles” a su regreso a Moscú. Él, que había escrito en 1934 su “España, república de trabajadores”, había regresado a Madrid en la guerra como corresponsal de Izvestia. Una noticia de Claridad, el periódico socialista, había anunciado en su momento la llegada, bajo el título: “El nuevo gobierno español, enjuiciado por el rotativo Izvestia”. Y, debajo, el epígrafe “El nuevo gobierno es una garantía para la victoria de las armas antifascistas”. Alojado al llegar a Madrid en la sede de la Alianza de Intelectuales Antifascistas un número de “El Mono azul” anunciaba a su vez la publicación de su carta a Miguel de Unamuno, - editada originalmente en Izvestia- en la que el periodista recriminaba a aquél su apoyo a la causa nacionalista. Del "ex revolucionario y ex poeta, colaborador del general Mola" reprochaba que en sus reportajes sobre Sanabria o los pueblos de la frontera portuguesa nunca hubiera mencionado el hambre, ni la miseria que, según el periodista soviético, se extendía feroz por todas las aldeas. Él, que nacido en Kiev, nunca escribiría una línea sobre la Holodomor, la terrible hambruna impuesta por Stalin al pueblo ucraniano, que acabó con la vida de millones de campesinos a partir de las primeras requisas, las deportaciones en masa iniciadas en el año 1932.
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