lunes, 29 de mayo de 2017
lunes, 15 de mayo de 2017
El mar irlandés
" El viento es terrible esta noche
surcando el océano blanco y salvaje:
no debo temer a los terribles vikingos
que cruzan el mar irlandés "
( Anónimo. Copiado en los bordes de un manuscrito del monasterio de ...
Siglo XI.
Citado en Leabhar Ghabála Erinn, o " Libro de las invasiones de Irlanda" )
lunes, 1 de mayo de 2017
Hotel de Francia. Oaxaca.
El escritor Malcolm Lowry se alojaría en el Hotel Francia a su regreso a Oaxaca en la Navidad de 1937. Días antes había acompañado a su primera esposa, Jan Gabrial, al DF desde donde ella volvió a los Estados Unidos y se separaron definitivamente. En el hostal Canadá de la Avenida Dos de Mayo - que él transformaría posteriormente en el "Hotel Cornada"- tuvo lugar la última escena entre ambos, que el autor describiría después en varias ocasiones:
"Querido, si por fin me quedo contigo, ¿dejarás de beber?". "¿Ahora mismo, hoy?"." Sí, ahora". "En fin, mi respuesta a eso es no. ¿Qué esperabas? Voy a bajar tu bolsa".
La escena la recoge ML en diversos pasajes de sus escritos posteriores. De manera simbólica en Under the Volcano, la novela. Literalmente en Dark as the Grave wherein my Friend is Laid, el relato sobre su retorno a Mexico en 1945, el cual iba a ser publicado póstumamente por su segunda mujer, Margerie Bonner, en el año 1968.
En este último añadiría:
"Todo lo cual no explicaba el sufrimiento, el hecho de que los días pasados en Oaxaca - y más adelante en Acapulco, y aún después allí, en ciudad de México otra vez, antes de abandonar México de forma tan humillante por tren, y según pensaba para siempre - hubieran sido los más tristes de su vida".
A la marcha de Jan Gabrial, Lowry decidió retornar a la ciudad de Oaxaca, donde permanecería unos meses - "para ahogar su dolor en el mejor mezcal de México"- y en Acapulco, y en México DF más tarde, antes de abandonar el país por primera vez y regresar a los EE.UU.
Situado en la calle 20 de Noviembre el Hotel Francia era un establecimiento modesto en una ciudad, Oaxaca, relativamente pequeña por entonces - había sufrido una grave crisis tras los años posteriores a la Revolución, se habían abandonado las industrias de la primera época porfirista y se había despoblado notablemente. El establecimiento había sido edificado por una familia española a mediados del siglo XIX y se remodeló en 1934. Cercano al centro histórico de Oaxaca el hotel conoció, a pesar de su modestia, la presencia de algunos visitantes ilustres. Como la del escritor D.H. Lawrence, que se alojó en él durante el otoño de 1925. Lawrence, que abandonaría México al año siguiente gravemente enfermo, contará que durante su viaje mejicano los indios le seguían por las calles como una aparición, y gritaban: "¡Cristo! ¡Cristo!". Durante la estancia del matrimonio Lowry en 1936 éstos entablaron una cierta amistad con el gerente, Antonio Cerrillo, y en él recibieron la visita, entre otros, del escritor Conrad Aiken - quien los había presentado años antes, en Granada, y acudía a México para casarse con su segunda esposa, Mary Hoover- y de los Calder-Marshall, que relatan más tarde la tormentosa permanencia de Lowry y Jan en la ciudad. También aparece ésta en las memorias de Aiken, Ushant, editadas en 1952.
El viaje inicial a México había sido, de algún modo, un tanto casual. Lowry, escritor de una sola novela de iniciación - Ultramarine - que apenas había tenido ningún eco, había cedido a las sugerencias de su mujer, antigua actriz en Hollywood, y había viajado con ella a San Diego para intentar encontrar empleo como guionista de cine. Pero apenas llegaron allí decidieron proseguir viaje hasta México, un lugar que no conocían, y para ellos más exótico que los estudios cinematográficos de California, que Lowry detestaba.
Llegaron por mar a Acapulco, en el Día de los Difuntos del año 1936, y enseguida marcharon en tren a Cuernavaca. Allí se alojaron en un primer momento en el mucho más europeo Casino de La Selva - donde los visitantes, ingleses sobre todo, acudían a bañarse en la espléndida piscina, a jugar al tenis por las tardes, y a beber cócteles de ginebra en los extensos jardines que se alzaban sobre el casco viejo de la antigua ciudad. Más adelante alquilaron un piso en la calle Humboldt, en el número 15. "Frente a su casa estaba la esquina de Humboldt y Salazar que corría al oeste hacia el zócalo, en el centro de Cuernavaca". El lugar de nuevo iba a reaparecer de manera obsesiva, literal o simbólicamente, en los relatos de ML sobre México - labor que, de una forma u otra, le iba a ocupar el resto de sus días.
"Al oeste - se nos dice en la biografía de Douglas Day - estaban los crecidísimos pero aún espléndidos jardines Borda, con sus apartamientos (sic) construidos para los desdichados Maximiliano y Carlota". Detrás del jardín de la casa cruzaba una de las numerosas "barrancas" de la ciudad, incultas y repletas de maleza. ("Aunque no era el sitio, era vasta, amenazadora, sombría, obscura, aterradora: la altura espantosa, la obscuridad abajo", como las describe Lowry en el relato Oscuro como la tumba donde yace mi amigo). "Al noroeste, más allá de las vías del ferrocarril, la colina en la que estaba situado el Hotel Casino de la Selva, donde se podía nadar o jugar al tenis".
Cercano a la calle Humboldt se extendía el zócalo antiguo de la ciudad, el barrio colonial; asimismo la basílica de La Soledad o la iglesia de Santo Domingo de Guzmán. También cercano, el Cinema Morelos, o las cantinas de El Bosque, la Covadonga, o el Infierno. O las de la terminal de autobuses - La Terminal se llamaba certeramente una de ellas - que darían lugar a la recreación de la cantina El Farolito en la novela.
"La cantina de los madrugadores, el Farolito, que abre cuando las demás cierran sus puertas", la describía en algún lugar ML. Para añadir a continuación la plegaria: "Virgen de los desheredados, de aquellos que no tienen a nadie".
De la primera estancia con Jan en Cuernavaca - y en los viajes a los pueblos de alrededor: Cuicatlán, Tomellín, Nochixtlán, y el desolado y simbólico Parián - extraería Lowry los símbolos y los recuerdos que, poco a poco y angustiosamente, iban a formar su novela Under the Volcano. (Y de la separación en el hotel Canadá, más tarde, y los solitarios meses posteriores en Oaxaca y Acapulco). La cual, después de sufrir por lo menos siete reelaboraciones y una redacción ascética durante varios inviernos en una cabaña aislada de la playa de Dullarton, en la Columbia Británica, no iba a ser publicada finalmente hasta el año 1947.
En una carta al editor Jonathan Cape, a propósito de la nueva novela que está elaborando, le comenta que:
"Para un cuento largo o novela corta comenzar por los años 1936-37-38 con el material de la libreta de México, que es todo lo que el protagonista sabe sobre México, etc., pero ahora, tras escribir un libro (inédito), vuelve allí a finales de 1945 (...) El argumento secundario debe ser una vez más el conflicto de la bebida, junto con su análogo, el abuso de los poderes místicos... sólo que esta vez será de verdad un conflicto". El editor, cuando recibe por fin el manuscrito, entre otras muchas objeciones le había comentado la lentitud del inicio de la novela. A lo que Lowry, según los comentaristas opuso que: "Se trata de que a través de la lentitud del primer capítulo el lector ingrese en el lento, melancólico, trágico ritmo del mismo México- su tristeza".
En algún lugar de su primera estancia en México Malcolm Lowry habla del proyecto de un cuento, Vía Dolorosa, sobre "la última vez que vio en su vida a Ruth, cuando ésta lo dejó en noviembre de 1937, en el Hotel Cornada de Ciudad de Mexico". El relato, si es que llegó a existir, nunca sería publicado. Jan Gabrial sí editaría una narración sobre aquella separación, "Not with a Bang", que apareció en Nueva York en 1946. De las notas del escritor se desprende que asimismo existiría un primer relato escrito en los días de Cuernavaca, al que titula Under the Volcano. (Éste, según se nos dice en otra parte, quedaría convertido luego en el capítulo VIII de la novela del mismo título).
En 1945, años después de la primera estancia, Malcolm Lowry emprendería un segundo viaje a México, esta vez en compañía de su nueva esposa, Margerie Bonner. Había culminado, finalmente, la redacción de su novela Bajo el volcán y, aunque ésta había sido rechazada en varias ocasiones, tenía ciertas esperanzas de que el libro podía a lo último ser publicado.
Sobre su segundo viaje escribe el manuscrito Dark as the Grave wherein my Friend is Laid . Era en cierto modo un viaje de espejos: Lowry quería recorrer de nuevo los lugares de su novela alrededor de los personajes que él mismo había creado, y elabora una narración alegórica en la que los protagonistas son ellos mismos, junto con Margerie, que le acompaña, y los escenarios simbólicos que en la novela - que había titulado originalmente como Las sombras del Valle de la Muerte - anterior había creado durante tantos años.
Tenía miedo. La sensación de una amenaza constante, el temor a lo inminente - a despecho de la aparente normalidad de las situaciones - se anunciaban desde el principio del viaje, en Vancouver.
"¿En qué piensas, Sigjborn? "
"Si de verdad quieres saberlo, estaba pensando que en realidad tengo más miedo de Oaxaca que de ningún otro lugar del mundo"
"Entonces, vamos a Oaxaca" dijo al instante Primrose".
Lowry volvería a recorrer los escenarios de su primer viaje. En Ciudad de México se alojan de nuevo en el hotel Canadá - Cornada en el libro. Desde la llegada tienen que sortear todas las peticiones de soborno - la mordida como al fin Lowry aprenderá a decir en su pobre castellano - que les acechan desde el aeropuerto a las calles y a la llegada al hotel. Pasean por unas avenidas vacías, entran en algún café sórdido, bailan con la música de una vieja gramola en un rincón... Un marinero yanqui les acompaña y les invita luego, mientras unas mujeres mestizas aguardan en la barra.
Lowry volverá a repetir el itinerario de la novela. El viaje en autobús a Cuernavaca le enfrenta de nuevo a la tremenda aridez del paisaje, una travesía renqueante hacia las montañas, la desolación de la terminal de autocares a la llegada, el refugio tardío de una cantina aún abierta. Se alojan en Cuernavaca en la calle Humboldt de nuevo, en el mismo apartamento de la primera vez. Margerie, que había pasado a limpio el manuscrito de la novela, desea conocer los lugares del cónsul Geoffrey Firmin, del regreso de su mujer, Yvonne, la perdición de las cantinas en donde aquél ahoga su necesidad de amarla y la imposibilidad de hacerlo, la alegría del reencuentro y la inutilidad de éste... En algún momento asistirán los dos a la belleza, la serenidad de la luna llena sobre Cuernavaca como un raro instante, suspendido, frente al desasosiego del retorno.
Situado en la calle 20 de Noviembre el Hotel Francia era un establecimiento modesto en una ciudad, Oaxaca, relativamente pequeña por entonces - había sufrido una grave crisis tras los años posteriores a la Revolución, se habían abandonado las industrias de la primera época porfirista y se había despoblado notablemente. El establecimiento había sido edificado por una familia española a mediados del siglo XIX y se remodeló en 1934. Cercano al centro histórico de Oaxaca el hotel conoció, a pesar de su modestia, la presencia de algunos visitantes ilustres. Como la del escritor D.H. Lawrence, que se alojó en él durante el otoño de 1925. Lawrence, que abandonaría México al año siguiente gravemente enfermo, contará que durante su viaje mejicano los indios le seguían por las calles como una aparición, y gritaban: "¡Cristo! ¡Cristo!". Durante la estancia del matrimonio Lowry en 1936 éstos entablaron una cierta amistad con el gerente, Antonio Cerrillo, y en él recibieron la visita, entre otros, del escritor Conrad Aiken - quien los había presentado años antes, en Granada, y acudía a México para casarse con su segunda esposa, Mary Hoover- y de los Calder-Marshall, que relatan más tarde la tormentosa permanencia de Lowry y Jan en la ciudad. También aparece ésta en las memorias de Aiken, Ushant, editadas en 1952.
El viaje inicial a México había sido, de algún modo, un tanto casual. Lowry, escritor de una sola novela de iniciación - Ultramarine - que apenas había tenido ningún eco, había cedido a las sugerencias de su mujer, antigua actriz en Hollywood, y había viajado con ella a San Diego para intentar encontrar empleo como guionista de cine. Pero apenas llegaron allí decidieron proseguir viaje hasta México, un lugar que no conocían, y para ellos más exótico que los estudios cinematográficos de California, que Lowry detestaba.
"Al oeste - se nos dice en la biografía de Douglas Day - estaban los crecidísimos pero aún espléndidos jardines Borda, con sus apartamientos (sic) construidos para los desdichados Maximiliano y Carlota". Detrás del jardín de la casa cruzaba una de las numerosas "barrancas" de la ciudad, incultas y repletas de maleza. ("Aunque no era el sitio, era vasta, amenazadora, sombría, obscura, aterradora: la altura espantosa, la obscuridad abajo", como las describe Lowry en el relato Oscuro como la tumba donde yace mi amigo). "Al noroeste, más allá de las vías del ferrocarril, la colina en la que estaba situado el Hotel Casino de la Selva, donde se podía nadar o jugar al tenis".
Cercano a la calle Humboldt se extendía el zócalo antiguo de la ciudad, el barrio colonial; asimismo la basílica de La Soledad o la iglesia de Santo Domingo de Guzmán. También cercano, el Cinema Morelos, o las cantinas de El Bosque, la Covadonga, o el Infierno. O las de la terminal de autobuses - La Terminal se llamaba certeramente una de ellas - que darían lugar a la recreación de la cantina El Farolito en la novela.
"La cantina de los madrugadores, el Farolito, que abre cuando las demás cierran sus puertas", la describía en algún lugar ML. Para añadir a continuación la plegaria: "Virgen de los desheredados, de aquellos que no tienen a nadie".
En una carta al editor Jonathan Cape, a propósito de la nueva novela que está elaborando, le comenta que:
"Para un cuento largo o novela corta comenzar por los años 1936-37-38 con el material de la libreta de México, que es todo lo que el protagonista sabe sobre México, etc., pero ahora, tras escribir un libro (inédito), vuelve allí a finales de 1945 (...) El argumento secundario debe ser una vez más el conflicto de la bebida, junto con su análogo, el abuso de los poderes místicos... sólo que esta vez será de verdad un conflicto". El editor, cuando recibe por fin el manuscrito, entre otras muchas objeciones le había comentado la lentitud del inicio de la novela. A lo que Lowry, según los comentaristas opuso que: "Se trata de que a través de la lentitud del primer capítulo el lector ingrese en el lento, melancólico, trágico ritmo del mismo México- su tristeza".
En algún lugar de su primera estancia en México Malcolm Lowry habla del proyecto de un cuento, Vía Dolorosa, sobre "la última vez que vio en su vida a Ruth, cuando ésta lo dejó en noviembre de 1937, en el Hotel Cornada de Ciudad de Mexico". El relato, si es que llegó a existir, nunca sería publicado. Jan Gabrial sí editaría una narración sobre aquella separación, "Not with a Bang", que apareció en Nueva York en 1946. De las notas del escritor se desprende que asimismo existiría un primer relato escrito en los días de Cuernavaca, al que titula Under the Volcano. (Éste, según se nos dice en otra parte, quedaría convertido luego en el capítulo VIII de la novela del mismo título).
En 1945, años después de la primera estancia, Malcolm Lowry emprendería un segundo viaje a México, esta vez en compañía de su nueva esposa, Margerie Bonner. Había culminado, finalmente, la redacción de su novela Bajo el volcán y, aunque ésta había sido rechazada en varias ocasiones, tenía ciertas esperanzas de que el libro podía a lo último ser publicado.
Sobre su segundo viaje escribe el manuscrito Dark as the Grave wherein my Friend is Laid . Era en cierto modo un viaje de espejos: Lowry quería recorrer de nuevo los lugares de su novela alrededor de los personajes que él mismo había creado, y elabora una narración alegórica en la que los protagonistas son ellos mismos, junto con Margerie, que le acompaña, y los escenarios simbólicos que en la novela - que había titulado originalmente como Las sombras del Valle de la Muerte - anterior había creado durante tantos años.
Tenía miedo. La sensación de una amenaza constante, el temor a lo inminente - a despecho de la aparente normalidad de las situaciones - se anunciaban desde el principio del viaje, en Vancouver.
"¿En qué piensas, Sigjborn? "
"Si de verdad quieres saberlo, estaba pensando que en realidad tengo más miedo de Oaxaca que de ningún otro lugar del mundo"
"Entonces, vamos a Oaxaca" dijo al instante Primrose".
Lowry volvería a recorrer los escenarios de su primer viaje. En Ciudad de México se alojan de nuevo en el hotel Canadá - Cornada en el libro. Desde la llegada tienen que sortear todas las peticiones de soborno - la mordida como al fin Lowry aprenderá a decir en su pobre castellano - que les acechan desde el aeropuerto a las calles y a la llegada al hotel. Pasean por unas avenidas vacías, entran en algún café sórdido, bailan con la música de una vieja gramola en un rincón... Un marinero yanqui les acompaña y les invita luego, mientras unas mujeres mestizas aguardan en la barra.
Lowry volverá a repetir el itinerario de la novela. El viaje en autobús a Cuernavaca le enfrenta de nuevo a la tremenda aridez del paisaje, una travesía renqueante hacia las montañas, la desolación de la terminal de autocares a la llegada, el refugio tardío de una cantina aún abierta. Se alojan en Cuernavaca en la calle Humboldt de nuevo, en el mismo apartamento de la primera vez. Margerie, que había pasado a limpio el manuscrito de la novela, desea conocer los lugares del cónsul Geoffrey Firmin, del regreso de su mujer, Yvonne, la perdición de las cantinas en donde aquél ahoga su necesidad de amarla y la imposibilidad de hacerlo, la alegría del reencuentro y la inutilidad de éste... En algún momento asistirán los dos a la belleza, la serenidad de la luna llena sobre Cuernavaca como un raro instante, suspendido, frente al desasosiego del retorno.
Si la escritura de Lowry siempre había tenido un marcado carácter simbólico, en esta narración sobre el regreso a un escenario, el México de su novela, ya simbólico de por sí, ésta se exacerba.
Viajan a los pueblos de alrededor, bajo la sombra del volcán. Buscan en el museo una calavera de obsidiana, que no encuentran. Pasean por los parques de la ciudad, extensos, algo abandonados. (En ellos Lowry le hace observar a Margerie la presencia de los antiguos pabellones del Emperador Habsburgo, ya en ruinas). Entran en los templos católicos, en la catedral de Nuestra Señora de la Asunción, frente a la cantina La Universal.
"En la iglesia de Isabel la Católica habían dicho una oración fervorosa ante el Santo de las Causas Peligrosas y Desesperadas".
El regreso tiene algo de redención - de una redención que se encontraba en el pasado, y hacia el que quería retornar el escritor en busca de la misma. Regresaba a México, a los mismos hoteles, a las mismas ciudades, las mismas cantinas, las mismas habitaciones... Pero que también, como en toda salvación, estaba situada en un futuro, inminente, pero que nunca terminaba de revelarse. (Años antes, en su Passage to India, el viaje iniciático al Oriente del también británico E.M. Forster, éste había recogido la antigua definición persa sobre la Divinidad: "(El amigo) cuya llegada nunca se produce aunque tampoco haya sido nunca desmentida").
El viaje tenía un objetivo final, por otra parte. El regreso a Oaxaca, adonde esperaba encontrarse con su amigo, el mestizo Juan Fernando, con quien había compartido durante su alcohólica estancia en la ciudad una entrañable amistad, repleta de conversaciones hasta la madrugada, de incidentes por las sierras de alrededor. Y de interminables rondas en La Covadonga, la cantina inmediata al hotel.
Margerie y Lowry pasan la nochevieja en el pueblo de Yautepec. Allí, en el fatigoso viaje al lugar, el escritor constata de nuevo la aridez del paisaje, la desolación, la permanencia de lo extremo del desierto. ("No hay obscuridad que presente tanta desesperanza como la obscuridad en México"). Una pulquería - llamada El Cielo - es un refugio al final. Pero también, más tarde, la serenidad de la noche, el paseo por un silencio también extremo, la distancia del horizonte. Que le hará exclamar, en un momento: "¡Ah, en Yautepec era donde podrían vivir y amarse eternamente, tan felices el uno para el otro!".
Finalmente emprenden el viaje a Oaxaca - el Infierno en algún lugar de su novela, la Tierra Prometida en otros.
"(La Tierra prometida) le había parecido a Sigjborn mientras señalaba con el dedo, que allí por primera vez, se vislumbraba, vaga y evanescente, Oaxaca" - había apuntado en un capítulo del manuscrito. Para describir el viaje a continuación:
"Hasta que se encontraron sentados en el autobús, con olor a sudor y el Santo de las Causas Desesperadas y Peligrosas, y ya en marcha no recordó de nuevo que también en su libro Oaxaca representaba - si es que debía representar algo - la Muerte: ¡El Valle de la Sombra de la Muerte! Y el número del autobús era el siete".
El fatigoso viaje de nuevo tiene algo de iniciación. El autobús se pierde, o ellos equivocan la ruta que deben seguir. En un momento determinado descubren que se están alejando. Llegan a un lugar sin nombre. No hay ningún lugar donde pernoctar. Deben regresar. Llegan a la ciudad de noche.
"¿Eran aquellas llanuras oscuras Oaxaca? Oaxaca donde en realidad estaba Parián - y volvió a sentirse presa del terror - para él imagen de la muerte".
Finalmente, después de varios días sin noticias, intentan encontrar el paradero de su amigo Juan Fernando, de quien, pese a las numerosas cartas que Lowry le había escrito durante esos años, nunca había recibido ninguna contestación. En la banca El Ejido, de la que aquél era empleado, reciben la nueva de la muerte de éste años atrás, en un oscuro pleito de cantina, asesinado por un peón borracho. "Mezcal"- dijo- "Muchas copas... Se volvió loco. Mezcal y más mezcal y entonces..." le comenta con tristeza la empleada del banco a un Lowry incrédulo, que no comprende, o no quiere comprender, la noticia .
Su amigo, de alguna forma, cumpliría así en la realidad, dentro del escenario delirante y simbólico al que Lowry se había entregado en México, con la muerte literaria del cónsul en la novela Under the Volcano. Que era un trasunto de la sensación de su propia muerte, en la figura del alcohólico diplomático Geoffrey Firmin tras la imposibilidad de aquello - Yvonne, el regreso, el origen...- que éste deseaba. "A veces - escribía el cónsul en la novela- me veo como un gran explorador que ha descubierto algún país extraordinario del que jamás podrá regresar para darlo a conocer al mundo; porque el nombre de esta tierra es el infierno".
Era un infierno que, al contrario de su topografía clásica en Dante, más allá del río Aqueronte, estaba en todas partes y en ninguna. Acechaba en las calles y en las noches. Y en los remotos lugares del periplo mejicano. Como recordaría el cubano Cabrera Infante en un memorable artículo - "Bajo el volcán o la vida vista desde el fondo de una botella de mescal"- sobre la novela, en la que citaba al principio:
"Leo con permiso sobre el hombro de Laruelle: Noche, y una vez más el nocturno combate con la muerte, el cuarto que cimbra con demoníacas orquestas, las ráfagas de sueño aterrado, las voces fuera de la ventana, mi nombre que repiten con desdén imaginarios grupos que ya llegan- espinetas en la oscuridad".
Aceptada por fin la noticia de la muerte de su amigo, emprenden el regreso. "Luego fueron dejando atrás el estado de Oaxaca y también, en la oscura iglesia de la Virgen de quienes a nadie tienen, una vela ardiendo...".
No había más revelaciones en Oaxaca, seguramente. El final del viaje a México está envuelto en oscuras denuncias y chantajes por parte de las autoridades federales. Los dos abandonaron el país esta vez por la frontera de El Paso apresuradamente, de vuelta a los EE.UU.
Más tarde se sucederán una serie interminable de puertos y aduanas, viajes y manuscritos inacabados, proyectos de novela, y hoteles en Panamá y Nueva Orleans, y en Venecia. Y villas en Taormina y en Milán, cantinas en Cassis, y cafés en París, bares en Bretaña y reclusiones en Europa, y el retorno a Inglaterra, finalmente. Nunca volverían a México.
Aceptada por fin la noticia de la muerte de su amigo, emprenden el regreso. "Luego fueron dejando atrás el estado de Oaxaca y también, en la oscura iglesia de la Virgen de quienes a nadie tienen, una vela ardiendo...".
No había más revelaciones en Oaxaca, seguramente. El final del viaje a México está envuelto en oscuras denuncias y chantajes por parte de las autoridades federales. Los dos abandonaron el país esta vez por la frontera de El Paso apresuradamente, de vuelta a los EE.UU.
Más tarde se sucederán una serie interminable de puertos y aduanas, viajes y manuscritos inacabados, proyectos de novela, y hoteles en Panamá y Nueva Orleans, y en Venecia. Y villas en Taormina y en Milán, cantinas en Cassis, y cafés en París, bares en Bretaña y reclusiones en Europa, y el retorno a Inglaterra, finalmente. Nunca volverían a México.
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