Fotografías de París
"Voy a
publicar la historia que usted conoce acompañándola de unas cincuenta
fotografías relativas a todos los elementos que ella pone en juego: el Hotel
des Grands Hommes, la estatua de Etienne Dolet y la de Becque, un anuncio Bois
Chardons, un retrato de Paul Eluard, de Desnos dormido, la puerta de
Saint-Denis, una escena de las Detraquées, el retrato de Blanche Derval, de
Mme. Saccó, un rincón del marché aux puces, el objeto blanco
en joyero, la librería de L´Humanité, el vendedor de vinos de la
Place Dauphine, la ventana de la Concergerie, el letrero de Mazda, el retrato
del profesor Claude, la mujer del Museo Grévin. Tengo también que ir a
fotografiar el anuncio Maison Rouge en Pourville, el manoir d´Ango…".
La carta, como vemos, pertenecía al género de la enumeración. En ella aparecían designados parte de los elementos de un repertorio que constituía el paisaje "mágico" de un texto mítico para el surrealismo. Se trataba de Nadja, el relato en el que André Breton relata su encuentro con la enigmática - vidente, femme fatal, alucinada – Nadja, a quien aborda paseando por las calles. Las fotografías que en efecto acompañaron la primera edición de 1928, realizadas en su mayor parte por el fotógrafo Jacques André Boiffard, constituían un a modo de documentación, de descripción gráfica de los lugares y los objetos por los que la novela discurre. (Y Walter Benjamin podía comentar la inclusión de las mismas con el mismo carácter ilustrativo de “las novelas por entregas”:
Eran pasajes reconocibles del París de la época. “Tomaré como punto de partida el Hotel de los Grandes Hombres, en la plaza del Panteón, donde vivía hacia 1918…”, se iniciaba el relato. Éste discurre después, junto a las imágenes gráficas, por unos lugares de la ciudad que de alguna manera eran el escenario cotidiano del autor, sus amigos y los encuentros. “Los surrealistas – describe una historia del movimiento – se reunían en el Certa, en el Grillon del Passage de l´Opera o en el Cyrano de la Place Blanche, muy cerca de donde vivía Breton. Este lugar nada tenía que ver con los cafés de artistas de Montmartre (…) El Cyrano era más bien frecuentado por rufianes, prostitutas, agentes de cambio y narcotraficantes…”. El café Certa era un establecimiento un tanto apartado, según otra descripción: “Con sus cortinas que podían abrirse al pasaje o cerrarse para crear otro espacio de intimidad, el café Certa fue a la vez el pasaje y un lugar externo al mismo. Por lo mismo no sólo fue un lugar de intercambio privilegiado entre los autores surrealistas, sino a la vez un observatorio del movimiento en el Pasaje”. [2] Un cartel con su propaganda y el menú, la Tarif des consommations, había sido reproducida en el libro Le Paysan de Paris de Aragon. Motivo de nuevo de reconocimiento de un lugar preciso, que en Nadja había supuesto la fotografía banal de unos lugares, y esta vez era la inclusión – cara al collage desde el cubismo- de una tarjeta publicitaria. “Al llegar al Certa el autor nos dice que fue allí donde, a partir de 1919, el grupo Dada se reunió; acto seguido tenemos una minuciosa descripción del local, sus muebles, su organización interna, para luego pasar (…) al detalle preciso de un afiche publicitario”. [3]
Los cafés, los
pasajes, las terrazas, se reiteran en las memorias posteriores.
“La gente del Dôme y de La Rotonde nunca iban a La Closerie – apunta Ernest Hemingway antes de describir allí su encuentro con el poeta Blaise Cendrars-. No hubieran encontrado allí a nadie que los conociera, y nadie los hubiera mirado con la boca abierta cuando entraban. Por entonces muchos iban a aquellos dos cafés en la esquina del boulevard Montparnasse con el bulevar Raspail para ofrecerse como espectáculo público”.
El pintor Roberto
Matta que a su llegada a París había sido invitado a las reuniones con André Breton en Les Deux Magots, recordaría por su parte después que: “Nos reuníamos en el Flore; fuera de
nosotros no había nadie”. Y el aragonés Luis Buñuel – que se quejaba de que “En
París nunca pude encontrar un bar cómodo”- comentaba a su vez que: “Una gran
parte de la actividad surrealista se desarrolló en el Cyrano, de la
Place Blanche. A mí me gustaba también el Select de los Campos Elíseos y
fui invitado a la inauguración de la Coupole de Montparnasse”. [4] Un relato de la época narra cómo a la llegada
de Man Ray a París éste fue recibido por Marcel Duchamp. “Esa noche lo llevó al
Passage de l´Opera. Breton y sus compañeros lo recibieron. Tras cenar
callejearon. Al avanzar por Montparnasse, Soupault ingresó en un portal: luego
se retiró, negando con la cabeza al grupo (…) Al ver la perplejidad de Man Ray,
alguien le dijo que lo que Soupault hacía era preguntar si allí vivía un tal
Soupault”. [5]
La fotografía en la novela de Breton, entre los párrafos de la misma, reproducía los rincones y plazas de París, emblemáticos tantas veces para esta especie de flaneur que era el escritor surrealista. No todas las ciudades eran iguales. Breton había escrito en alguna ocasión: "Nantes es, con París, la única ciudad de Francia donde tengo la impresión de que algo que vale la pena puede sucederme". Desde luego París aparecería en la elaboración del surrealismo no sólo como un escenario simbólico, sino como el lugar concreto y tangible de alguna de sus formulaciones.
Así, de la
aparición de un raro texto de Louis Aragon, Une vague de réves, anterior
al primer manifiesto surrealista, se pudo decir que:
La edición de la
novela de Breton – después de su primera publicación en prensa- incluía también
los extraños y torpes dibujos de Nadja, - Léona Delcourt en realidad- a los que,
y el escritor recoge fielmente esta idea, dotaba de un significado esotérico y
precioso. De ella, que en algún lugar Breton llega a declararla como "la
realización del surrealismo", en cambio, no se incluye ningún
retrato. (Si exceptuamos la enigmática fotografía de unos “ojos de helecho” que el
poeta conservaba en su archivo y que añadiría en la segunda edición).
Nadja, a quien el poeta encuentra azarosamente, mujer errante por las calles, carente de cualquier asidero, está presa de alguna forma en el delirio de la analogía, de las asociaciones insólitas, de un simbolismo irrefrenable:
La encarnación del surrealismo... Ésta se realizaba en una persona concreta, que vagaba por París procedente del Départment du Nord, no en un texto. Ni en algún lugar de la producción del arte. El autor reiteraría la condición de documento, la referencia a un acontecimiento real del texto. (Y la crítico Dawn Ades insistiría en que ésta es: “Una historia real”). [14] Nadja, editada por primera vez en 1928, narra, en efecto, una historia particular, el relato de unas jornadas: son las del encuentro azaroso del poeta con la misteriosa mujer. Esta historia es, lo sabemos por la narración que ella misma pretende ejemplarizar, y según la declaración explícita del propio Breton, un caso límite del surrealismo. Esto es, del raro lugar en donde, aspiración máxima del programa de aquellos, por fin llegaran a conciliarse la realidad y el deseo. ("El deseo, único resorte del mundo, el deseo, único rigor que el hombre debe conocer" definiría el Breton de L´Amour fou el principio aformalista del surrealismo). [15]
En alguno de los poemas de la primera época de Louis Aragon -– que más tarde publicaría en la edición tardía No hay otro París que el de Elsa con las fotografías de Jean Marquis - éste a su vez relataba el encuentro con Elsa Triolet, a quien había conocido en el café La Coupole. Elsa, que por entonces residía en Montparnasse y comenzaría a publicar sus primeros escritos en ruso poco antes del encuentro con el poeta, se había acogido a París tras un azaroso vagabundeo que había llevado desde su Moscú natal hasta las colonias francesas. En sus relatos rusos habría hablado en algún momento de su nostalgia:
Me acuerdo de
Montparnasse en los primeros días del otoño
Pides un café
vienés y al vernos la gente se asombra
Aunque menos
que nosotros de estar juntos y tener el futuro
Por delante (...)
Cuando parabas
en el Hotel Istria
Todo era
diferente en la calle Primera Campaña
En mil novecientos
veintinueve a eso del mediodía… [18]
Éstos, la deriva
o el deseo o el encuentro, no son unas definiciones formales o estilísticas. William
Rubin, citado por Rosalind Krauss, había anotado después que: "No podemos
formular una definición de la pintura surrealista comparable en claridad al
significado de los términos impresionismo o cubismo". [20] (Y Pierre Naville en “La Revolution
Surréaliste” había negado tajantemente cualquier posible programa de ésta al
afirmar que: “Todo el mundo sabe que no hay pintura surrealista…sino espectáculos.
El recuerdo y el placer de mirar”. Para proclamar a continuación: “La dimensión
maravillosa del cine o la fotografía que muestra ampollas del mundo
desde las páginas de los periódicos”). [21]
En algún momento André Breton recobrará
la dirección de la revista, en donde, como una defensa implícita de la
posibilidad de la “imagen” surrealista, incluía en la portada un dibujo
“mediúmnico” de una tal Madame Fondrillon “casi diría yo que como prueba
irrefutable, prodigiosa, de la existencia de pintura surrealista que había
negado su anterior director, Pierre Naville”.
[22] Éste,
en la lista de cosas que conducían al “placer visual” había incluido en su
lugar “las calles, los kioscos, los automóviles, el cine y las
fotografías”. (La revista por su parte,
distante del estilo tipográfico de las anteriores publicaciones dadaístas, se
había inspirado en el modelo de edición científica de la revista La Nature).
En el improbable repertorio de las publicaciones de la época, Paul Eluard había
editado en Minotaure “unos textos muy cortitos ilustrados por una serie
de artistas fous et náifs de los que se decía nada ni siquiera sus
nombres”. O unas postales antiguas que el poeta coleccionaba; los autómatas que
dio a conocer Benjamin Peret; imágenes etnográficas; la reproducción de las
máscaras de los dogon del viaje Dakar-Djibouti de Michel Leiris; dibujos de
alienados. O el “montón de cosas estrambóticas que Breton encontró en el marche
aux puces de París”. Desde el principio, la publicación incluiría
también las azarosas imágenes de los graffiti en los muros que Brassaï
había ido recogiendo en su deambular por los barrios obreros de la ciudad. O la
reiterada presencia de “imágenes de maniquíes y autómatas”.
En esta inclasificable colección de fotografías sería ejemplar a su vez la publicación de la revista Variétés en Bélgica, profusamente ilustrada. De la que una reseña nos recuerda cómo Man Ray era constante en todos los números de la misma. U otros fotógrafos como la Germaine Krull de los “Clochard” de París; los rascacielos neoyorquinos de Berenice Abbott o el repertorio minucioso de Eugene Atget…Pero también las imágenes dispersas en torno a unos inclasificables números monográficos de la publicación. Como eran: África; el mar, las putas y los barcos; la magia; el arte de alienados; la URSS o el mapa de “Le monde au Temps Surrealistes” …
En el Segundo Manifiesto André Breton afirmaba
que: "Todo lleva a creer que existe un cierto punto del espíritu donde la
vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo
comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo, cesen de ser percibidos
contradictoriamente". Todo llevaba a creerlo, por lo menos en el mundo de
los programas de las vanguardias artísticas. Excepto su rara conciliación. Esto
es, la insólita posibilidad, siempre aplazada, de que tal cosa por fin, de que
en realidad el deseo encarnara.
“Las revistas
populares de espiritismo y parapsicología (…) eran de la misma clase que las
curiosas tarjetas postales antiguas que Paul Eluard publica en Minotaure,
los autómatas que en esa misma revista dio a conocer Benjamin Péret o el montón
de cosas estrambóticas que Bretón encontró en el Marche aux puces de
París”. [27] Coquetearon, en algunos momentos, con una
tradición esotérica que en principio les era ajena. (En otro lugar el lúcido Jean
Starobinski había advertido: “Del legado espiritista el surrealismo sólo
colecciona las imágenes”. Para añadir que: “Otro tanto ha hecho con las
imágenes abandonadas en el curso de la historia por las religiones
desaparecidas (..), las ciencias fósiles como la astrología, la alquimia o la
magia adivinatoria- y las sociologías oníricas”). Alejados de nuevo de lo
concreto, en algún relato la historia del movimiento recuerda que: “Lo cierto
es que, a fines de 1922, luego que René Crevel fuera iniciado en el espiritismo
por una misteriosa dama que había conocido durante las vacaciones, los sueños
se volvieron el procedimiento más eficaz para revelar, en toda su dimensión y
profundidad, aquello que Aragon muy pronto propondría llamaría “surrealidad”
“. [28]
La enigmática, vagamente fatal, protagonista del relato de Breton encarna este lugar límite del surrealismo. Era una persona concreta: sabemos de ella, independientemente de la novela, por el testimonio que sobre la misma nos ha dejado el propio autor, o sus amigos. (Mucho tiempo después aparecería una fotografía inédita de Leóna Delcourt tomada en aquellos días por el poeta Jacques Rigaut). Es uno de los encuentros, mitificados dentro de la teoría surrealista, que Breton realiza o describe.
Al principio de
su novela- “tomaré como punto de partida el Hôtel des Grands Hommes…”- Breton
nos habla de una suerte de actividad constante de búsqueda del azar.
Incluye la mitificación de los encuentros casuales: vagar sin rumbo por los
parques, ir al cine sin conocer el programa, recibir una visita inesperada,
escuchar una frase premonitoria... Nadja forma el relato de unos días en
los que el poeta asiste, un tanto deslumbrado, al implacable ejercicio de
lógica delirante en la que ella vive. “¡Qué horror! ¿Ves lo que está pasando
entre los árboles? El azul y el viento, el viento azul. Sólo en otra ocasión vi
pasar este viento azul sobre estos mismos árboles”.
Jamás he
dejado París
Mi memoria se
me pegaba a los talones (…)
Y yo sabía que
era tarde
Y que la noche
La noche de
París iba a acabar
Como los días
festivos).
Tensión extrema, acontecimiento en la lógica delirante de su antagonista, Breton encontrará uno de los raros momentos en que por fin el surrealismo es. "Vivo enteramente de esta manera", le dice ella en otro pasaje al poeta.
“Comencé por
volver a visitar algunos de los lugares por los que conduce este relato; en
efecto, quería proporcionar, al igual que algunas personas y de algunos
objetos, una imagen fotográfica suya tomada bajo el mismo ángulo especial bajo
el que yo los había considerado”, comentaba Breton acerca de sus intenciones en
algún lugar de la novela. Recurriendo, sin saberlo quizá, al principio de
reconocimiento personal que tanto había subyugado en los orígenes de la
fotografía – “El rostro de la persona amada” en la expresión de Emily Dickinson-
pero que tanto decepciona fuera del álbum particular de recuerdos de la persona
que los atesora.
Pero ésta, la
magia, no siempre se presentaba.... El fotógrafo Boiffard se había distanciado
hacía años del grupo de Breton. (Antes, en 1929, había realizado junto con Man
Ray la enigmática película Les Mystéres du Chateau de Dé, dedicada a la
Condesa de Noailles y a su villa en Hyerés, “Cómo dos viajeros llegan a St.
Bernard donde vieron las ruinas de un viejo castillo al fondo del cual un
castillo moderno permanece”). Sus fotografías de Simone Breton habían provocado
su expulsión del grupo. Tras la ruptura Boiffard había pasado a unirse a la
heterodoxia de Georges Bataille y sus compañeros. Cuando en 1929 este último,
junto a Prévert, Leiris, Desnos y demás, publique su panfleto contra Breton Un cadavre el fotógrafo firmará el
manifiesto. Alejado del grupo oficial del movimiento, formará luego parte del grupo
de amigos de Jacques Prévert – Brassaï entre ellos- que se reunían en el café
de Flore en los momentos previos a la ocupación. Años más tarde el propio
Breton se declararía tristemente decepcionado por la "parte
ilustrada" de Nadja, que le parecía "triste y decepcionante", y
los lugares representados, "desprovistos de su magia".
En la reedición de la novela en 1964 - un año antes, según otras referencias - el autor comentaba que:
En la reedición
de la novela en 1964 Breton cambió alguna de las ilustraciones de la primera.
Añadió otras cuatro fotografías, modificó el texto con alguna reflexión
posterior, e incluyó un fotomontaje con la superposición de los "ojos de
helecho" de Nadja ("Nunca había visto unos ojos como aquellos").
Las fotografías de alguna forma tuvieron que ser manipuladas, acentuado el
componente "artístico" de las mismas, para evitar la sensación
decepcionante de la edición original.
[2] Cit. en Daniel Hernaux-Nicolás “El Pasaje de la Ópera. Louis Aragon y el
París surrealista…” Imagonautas 14,
2019.
[3] Camilo Hoyos Gómez Desde Mercier, Baudelaire y el surrealismo
hasta Rayuela de Julio Cortázar
Univ. Pompeu Frabra, 2010. Pg.
183.
[4] Luis Buñuel Mi último suspiro Plaza & Janés, Barcelona, 1982.
[5] Cit. en Andrés Mora “Breton-Cortázar:
el viajero accidentado” rev. Cedille
nº 15, abril 2019.
[6] Natalie de Saint Phalle, Hoteles literarios , o. cit. pg. 292.
[7] Ricardo Ibarlucia intr. a Louis Aragon Una ola de sueños ed. Biblos, Buenos Aires, 2004.
[8] Camilo Hoyos, o. cit. pg. 158.
[9] Sigfrid Kracauer The Mass Ornaments. Weimar Essays. Harvard Univ. Press. London, 1995.
Pg. 337.
[10] Ricardo Ibarlucia, o.
cit. pg. 15.
[11] Walter Benjamin “El surrealismo. La última instantánea de la
inteligencia europea” en Iluminaciones I ed. Taurus, Madrid, 1991.
[12] André Breton Nadja
col. Blanche ed. Gallimard,
Paris. 1928.
[13] Mathew Josephson Mi vida entre los surrealistas ed. Joaquín Mortiz, México, 1963. Pg. 145.
[14] Vid. Ian Walker City Gorged with Dreams. Surrealism and Documentary
Photography in Interwars Manchester
Univ. Press 2020. pg. 50 -ss.
[15] André Breton
L´amour fou Eds. Gallimard,
Paris, 1937.
[16] André Breton Entretiens Gallimard, parís, 1973. Pg. 139.
[17] Javier Mañero
Rodicio “Acción surrealista y medios de
intervención” rev. DE Arte II Univ. de León
2012. Pg. 202.
[18] Louis Aragon Il ne m´est Paris que d ´Elsa Robert Laffon 1968. . (fot. de Jean
Marquis).
[19] Camilo Hoyos Gómez “Louis Aragon y el quotidien merveilleux
surrealista” en Univ. Pompeu Fabra,
Barcelona, tesis no publicada.
[20] Cit. En Rosalind Krauss “ Los fundamentos fotográficos del surrealismo “ En La originalidad de la vanguardia, Alianza, Madrid, 1985. Pg. 105.
[21] Pierre Naville “Beaux-Arts” en La Révolution Surréaliste, abril 1925.
[22] Ángel González
García Evidentemente (Conferencia s.f. s.l.) pg. 233
[23] Carlos Negrete ed. de Nadja
en ed. Cátedra, Madrid, 2004 ( 3ª ed.)
pg. 39
[24] Vid.
Benjamin Peret Anthologie de
l´amour sublime Albin Michel, Paris,
1956.
[25] Javier Mañero Rodicio París 1919-1939. Escultura, crítica y
revistas de arte Univ. Complutense, Madrid, 2008. Pg. 137.
[26] Robert Desnos “Surréalisme” en Cahiers d´Art, 8, 1926.
[27] Ángel González
García (E)videntemente conferencia s.f.
[28] Louis Aragon, o. cit. pg.
29.
[29] Vid. Salvador Dalí “ El testimonio fotográfico” en La Gaceta Literaria, Madrid, febrero
1929.
[30] Cit. en Nadja, o. cit.
pg. 100
[31] Ángel González “Sobre la creciente imposibilidad de la
fotografía surrealista” en Los cuerpos perdidos cat. Exp. La Caixa, Madrid, 1995.
[33] M. Loup Sougez, (
coord.) Historia general de la fotografía ed. Cátedra, Madrid, 2007, pg. 338.
[34] Ángel González García “Sobre
la creciente imposibilidad de una fotografía surrealista” en
Los cuerpos perdidos, cat. La
Caixa, Madrid, 1995.
[35] Andre Breton Le Message automatique París, rev. Minotaure,
1933.
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