"Zhang Sengyou, de las dinastías del Norte y del Sur, pintó en las paredes del templo An Luo de Nankín cuatro dragones gigantes. No tenían ojos. A quienes pregunatban por qué, el pintor contestaba: "Si les pintara los ojos a estos dragones, echarían a volar". La gente, incrédula, lo acusó de impostor. Ante su insistencia, el pintor accedió a hacer una demostración. Apenas acabó de pintar los ojos de dos dragones, se oyó un trueno ensordecedor. Las paredes se resquebrajaron y los dos dragones escaparon en un vuelo vertiginoso. Cuando volvió la calma, se pudo comprobar que en las paredes sólo quedaban los dos dragones sin ojos"
"Wang Mo, el pintor vagabundo de los Tang, era conocido por sus borracheras. Antes de acometer una obra, acostumbraba beber mucho. Una vez ebrio, se ponía a pintar a "tinta salpicada". Reía, cantaba, gesticulaba con pies y manos. Bajo su pincel mágico - también solía mojar sus largos cabellos en la tinta, a modo de pincel-, las figuras surgían, montañas, árboles, rocas, nubes, unas resplandecientes, otras etéreas, como por arte de magia, como si hubieran sido una emanación directa de la propia creación. El cuadro acabado era siempre tan perfectamente natural que daba la impresión de no haber ni rastro de tinta. Cuando el pintor murió, su urna era tan liviana, como vacía: dicen que su cuerpo se había transformado en nube".
(Wang Wei)(Wang Wei a su amigo Bei Di): "En este final del duodécimo mes, el tiempo sigue siendo claro y agradable. Quise atravesar la montaña para ir a verte pero, como sabía que estabas profundamente sumido en los Clásicos, me contuve. Entonces me dirigí a las colinas y llegué al templo de la Misericordia. Tras una comida frugal con los monjes, volví a partir. (...) ¡Cuando llegará la primavera que que hace florecer árboles y plantas en la montaña! (...) Tú, alma tan elevada, tan sutil, sabes percibir su misteriosa belleza: si no, no me hubiera atrevido a importunarte con una invitación tan futil. Aprovecho el paso de un cargador de plantas medicinales para hacerte llegar este mensaje".
- De FranÇois Cheng Vacío y plenitud ed. Siruela, Madrid, 2004.
("La mayoría están tomadas de las siguientes obras: Lidiao MIng-huaji de Zhang Yanyuan; Tang chao minghua lu, de Guo Ruoxu; Xuanhe huapu y Hua Jian, de Tang Hou").
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