jueves, 31 de enero de 2019

Del catálogo de las islas


(fot. Hiroshi Hamaya)

Anales de la Biblioteca de Coimbra.

Las islas legendarias.



 "En algún lugar de la destartalada biblioteca de la casa, se encuentran los antiguos atlas y libros de geografía que nuestro padre atesoraba -tan rancios ahora- con un fervor personal que pienso quizá no fuera raro en la época. Tengo que repasar alguno para encontrar unas citas que no recuerdo; leo distraídamente en otros – ediciones académicas francesas de Plutarco, Apolodoro o Plinio el Viejo – algunas referencias homéricas que estoy buscando para los artículos que me ha encargado una institución geográfica de Guimaraes.

Entre los manuales que consulto se reitera a veces la misma escena: Los navegantes dorios llegan a una isla, perdida en medio del mar. Ésta es una aparición repentina, surgida sin aviso entre la monotonía del viaje y la extensión del océano sin accidentes, que se repite día tras día. La isla de pronto revela un universo distante, alejado de la condena del tiempo. Permanecía olvidada en su calma sin fechas. Confusamente los marineros advierten que están arribando a un escenario insólito, inmóvil y desdeñoso, que yace en medio de la igualdad de los mares, de las olas que se suceden sin descanso en todas las estaciones.


                                                               
                                                                   (fot. Ángeles san José)

Un mundo otro tiene su lugar en las islas. “Los argonautas arribaron – nos dice Plutarco – a la isla desierta de Timias, donde se les apareció Apolo, que iba de camino hacia la tierra de los hiperbóreos”. En medio del Ponto Euxino Filostrato advertía de la legendaria existencia de la Isla Blanca – aquella donde, se nos cuenta, fue a morir un Aquiles mortal – en la que “los marineros que la costeaban durante la noche escuchaban el canto de Aquiles y Elena que relataban sus propias vidas con los versos de Homero”. La isla Eritia, destino de Heracles en su busca de los bueyes de Gerión, se hallaba “situada al otro lado del Océano”, sin acceso humano posible. De otra de las islas remotas, nos dice Homero que “A quien pregunte dónde queda esta isla venturosa, el poeta le contesta: “Sobre Ortigia, donde el sol hace su vuelta”. Hecateo, citando una antigua tradición, hablaba de la isla flotante de Quembis, sobre el cauce del Nilo. “Consagrada a Apolo (…) flotaba sobre las aguas e incluso podía moverse sobre su superficie”. La isla Eolia, en el canto X de la Odisea "Isla flotante, donde habita Eolo, el hijo de Hipotes". La isla Siria, descrita por Eumeo, el pastor de los puercos de Ulises, en el canto XV. Sertorio, el general romano, "que se encontraba en Hispania huyendo de sus enemigos, y atravesó el Estrecho y alcanzó la zona de Gades, donde algunos marineros le contaron que habían retornado de dos islas que se hallaban en el Atlántico, separadas por un estrecho, que se llamaban las Islas Afortunadas". O, más allá, en el mar del Norte, Pomponio Mela que "describe los actos de nueve sacerdotisas que residían en una isla, lejos de Bretaña, tan interesantes como el oráculo de una divinidad gala". 

En algún caso se alude a las islas infernales.

"En una de las siete islas llamadas de Eolo, la que se llama Lípara, cuenta la leyenda que hay una tumba, sobre la que se cuentan muchas cosas maravillosas, y en concreto, que no es seguro acercarse a aquel lugar de noche, están todos de acuerdo; pues se escucha con claridad el sonido de tambores y de címbalos, y una risa con estrépito y el sonido de crótalos", afirmaba el Pseudo Aristóteles de los Relatos Maravillosos. O las Górgades que son "las islas de las Gorgonas, monstruos femeninos, la más famosa de las cuales era Medusa, que habitaba según la tradición más allá del Océano, en el límite de la noche, no lejos del país de Gerión y las Hespérides". Calicut, descrita por Vasco de Gama, en la costa malabar, en donde "no se puede entrar sino pasado el mediodía, el miércoles, en un templo dedicado a los diablos". La Isla del Purgatorio, señalada por Dante en la mitad del hemisferio austral. Las islas del Paraíso, como aquella que encuentra el monje Barinto:

"Tanto se aproximó Barinto a la isla donde Mernoc había arribado, que llegó a ver el paraíso y hasta llegó a oír a los ángeles. Alior en su busca de aquel lugar vio todas esas maravillas que luego fue contando a Brandán".




El monje gallego Trezentonio había estado también en el paraíso. En su caso en una isla que se divisaba desde la remota Torre de Hércules. Desde allí pudo contemplar la legendaria Isla del Solsticio, hacia el oeste - la Insula Magna Solistionis - a la que arriba más tarde y en la que, en una verde pradera a salvo de enfermedades, tormentas y pestes, permanece durante unos siete años.

A su regreso a la costa gallega pierde todos los documentos y referencias de su prodigioso viaje, y la isla nunca vuelve a ser alcanzada. Su viaje, envuelto en la brumas celtas, recuerda el del mítico Ith del Libro de las Invasiones Irlandesas, en el que se nos dice que: "Ith, hijo de Breogan, fue el que vio por primera vez la isla de Irlanda en una tarde de invierno desde lo alto de la torre de Breogan; pues la mejor visión de un hombre es la que tiene lugar en una clara tarde de invierno". La torre de Breogan, se nos recordaba en otro lugar, era otro nombre para la Torre de Hércules, construida en el extremo oeste del Occidente.




O las islas legendarias -en este caso el Cipango de Marco Polo:

"La isla de Cipango situada a levante, a unas mil quinientas millas de la tierra en alta mar, es muy grande y sus habitantes son blancos, de buenas maneras y hermosos. Tienen oro en abundancia, de tal manera que existe un gran palacio todo cubierto de oro fino(...)".

 Eea, patria de Circe; Ogigia, la isla de Calipso; la Isla de las Sirenas; - "Un viento bonancible llevaba la nave. Y enseguida avistaron la hermosa isla Antemoesa, donde las armoniosas sirenas (...) hacían perecer con el hechizo de sus dulces cantos a cualquiera que echara amarras" - en las Argonauticas; la de los Lotófagos; Antilia "insula perdita", en el Globo de Behaim: Breasail, en el confín de poniente; la isla de San Brandán; las Islas Estofadas, donde viven las Harpías. Cerne, "una isla en los confines del mundo". Las islas del Ámbar. Las de las Gorgonas. O Tule, extremo del mundo, más allá de la cual “no existe nada”.

Pero también, en una vieja Historia de las religiones de la Universidad de Braga encuentro más tarde una cita sobre los antiguos dioses de Irlanda, los cuales "abandonaron el suelo de la isla y se retiraron a un país llamado Mag Meld, más allá de los mares de Occidente". San Patricio, se nos dice, "A menudo oía las voces de los que moran más allá de bosque Foclut, más allá del mar del oeste". Y en otra cita se nos recuerda que "Procopio de Cesarea (…) en el siglo VI  narraba cómo en aquellos tiempos aún se creía que la tierra de la muerte se situaba al oeste de la isla de Gran Bretaña".


             - De     Antonio de Andrada        Artículos y miscelánea       Guarda, 2006



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