lunes, 18 de abril de 2011

Petropolis



1941. Instalado en una villa cercana a Petropolis, en Rio, Stefan Zweig que ha llegado a Brasil con su mujer, Lotte, huyendo del nazismo y de la guerra europea, intenta rehacer su vida escribiendo, preparando unas conferencias de nuevo. Termina un libro al que titula Brasil, país de futuro. Escribe una serie de charlas sobre la Viena de antaño a las que un público entusiasta asiste en Buenos Aires.

Su estancia previa en la ciudad de Nueva York no había sido muy afortunada. Alojado al llegar en el hotel Wyndham le escribe a su amigo F. : " Nadie sabe que estoy aquí y te ruego insistentemente que no se lo digas a nadie (...) necesito unos días para recobrarme, pues me he alojado aquí provisionalmente, y ante todo quiero ponerme en busca de un refugio...". El escritor, comentó alguien, echaba de menos los cafés europeos y se refugiaba en una biblioteca de la Quinta Avenida. "No somos sino fantasmas o recuerdos" le había confesado a su amigo Klaus Mann, también exiliado en ella. En algún momento había intentado obtener un visado para regresar a Inglaterra, pero no lo puede conseguir, pues estaban agotados todos los vuelos. Instalado en el suburbio "anodino" de Ossining escribe febrilmente sus "Días de ayer". (En algún momento pensó cambiar el título por "Los años irrecuperables"). Antes, en París, había intentado ayudar, entre otros exiliados que llegaban en masa, a su amigo Joseph Roth, que se hundía en un alcoholismo sin esperanza. "Se ha convertido en un borracho a la rusa, es decir, sin límites". En otro momento también, al enterarse del suicidio de Ernst Weiss, que contempla la entrada de los alemanes en París, anotará: "El suicidio de Ernst Weiss me ha afectado también mucho, era un amigo muy querido, y durante años pude mantenerlo a flote. ¡Siempre los mejores! ¡Siempre los más honrados!".

Sin establecerse definitivamente en ningún lugar en Nueva York por fin decide viajar a Brasil, con su mujer, Lotte. En un café de Rio lee las últimas noticias sobre los avances de Hitler y comenta: "Europa se ha suicidado". Se instalan en una villa en la histórica Petrópolis. Durante cinco meses proseguirá con la rutina, el esfuerzo en que se ha empeñado otra vez. Pero será inútil. El peso de todo lo que ha dejado en Europa le hace saber que no hay ya retorno posible. Su mundo ha desaparecido. Y nada le ata al futuro. (En algún momento de su exilio inglés había escrito: "Que otros vibren de esperanza imaginando el mundo que surgirá del caos (...) Yo, por mi parte, hablaré de las alamedas del Prater en 1900, de la bohemia literaria de Berlín a principios de siglo").

En febrero de 1942 escribe: "Me siento más angustiado que nunca: nunca retornará el pasado desaparecido y nunca lo que nos espera nos devolverá lo que ese pasado nos había dado".

Europa moría. Nada quedaba del Imperio Austro-Húngaro. Auschwitz ocupaba su lugar. Los alemanes aún no habían sido derrotados en Stalingrado, ni las tropas aliadas alcanzaban Sicilia. Ese mismo mes Zweig y Lotte finalizarán sus vidas en la villa de Petropolis, donde se habían instalado al final.



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