Por las noches, después de saquear la infinita bodega, se reúnen con N., el galerista, con un escultor local, con otros amigos. Hablan de Madrid como un lugar remoto, al que jamás han de volver. Declaran su eterna enemistad a Cartagena, su absurdo cantón. Amenazan con regresar a Murcia al día siguiente, al Rincón de Pepe, y juran que nunca, nunca, volverá ninguno a pisar Cartago. Luego, V. acapara la tertulia con interminables historias sobre toreros olvidados, narradores mejicanos.
Una mañana, al preparar Marita otra de sus memorables comidas, encargan a V. que salga al huerto, a recoger unas berenjenas. Pasa el tiempo y V. no aparece. Por fin, acuden fuera, para ver si V. ha sido secuestrado por alguna hortaliza. Éste , inmóvil y perplejo, está contemplando los frutales. Cuando le preguntan, les responde irritado que no encuentra el cochino árbol de las berenjenas por ninguna parte. Sabia generación.
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