jueves, 13 de enero de 2011

De un viaje a Los Ángeles.


El espacio plano, sin referencias. El espacio igual a sí mismo. Pero esta igualdad no es nada.

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El espacio de la indiferencia, de la absoluta equivalencia de todo acontecimiento - ocurrido en un lugar sin referente su valor ya no es nada, sino su inmediato acontecer. Pero esta equivalencia no es como podría suponerla un europeo - territorio sin desiertos, al fin y al cabo. Hay en su aparición algo que desdeña el resto trágico, que nosotros siempre tendemos a atribuirle.


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"Para nosotros, pues, supone un choque mental y una inaudita liberación, descubrir la fascinación del no-sentido, de esta vertiginosa desconexión soberana de los desiertos y las ciudades"


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Un escándalo, una presencia insoportable: la de la ciudad sin centro. Los Ángeles: la pura extensión, el blanco espacio del recorrido. A nada simbólico remite este absoluto desplazamiento; ningún centro hay a cuya referencia quepa remitirse. Pues en nuestras ciudades siempre nos quedaba la nostalgia de un centro - más eficaz o menos, pero siempre latente - a cuyo recuerdo siempre cabía ordenar el recorrido. Plaza Mayor: el lugar de encuentro de quienes eran. Edificios simbólicos, monumentos, lugares de la ciudad que suponen un orden, una jerarquía frente a la mera deriva. Y a cuya presencia se remite el orden simbólico en el que nos movemos. El centro. La periferia. El orden. El caos. El encuentro. La pérdida. La palabra. El balbuceo.

Nada de esto resta en este otro espacio, habitado y desértico. Y su sola presencia es, en realidad, la del escándalo, lo impensable. Un lugar sin centro. Un espacio sin símbolos - sin tragedia, sin historia. Un recorrido sin referencias. ¿Como puede concebirse esto?


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El desierto: "porque allí se resuelve cualquier profundidad volviéndose neutralidad brilante, inestable y superficial, reto al sentido y a la profundidad, a la naturaleza y a la cultura, hiperespacio ulterior, ya sin origen ni referencias "

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El día en el desierto: el tiempo. Un tiempo sin historia ninguna, todo él accesible en el momento. Su tiempo sin historia, sin antes, no es sin embargo el del origen - un tiempo especialmente denso, cargado de sentido, cuyas figuras son la Arcadia o la infancia. No. Su tiempo es el de la absoluta indiferencia de todos los momentos. Todos al fin son su "brillante neutralidad" bajo un sol sofocante, inmóvil.


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El desierto crece. Quien puede observarlo.


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Deambular. La velocidad, el movimiento permanente. Pero éste es un recorrido por lo horizontal - por la extensión. Si las referencias están perdidas, el tráfico sólo habla de un objeto que ya no está. La velocidad impide toda nostalgia, toda contemplación de un objeto. Pero, ¿qué había que contemplar?


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El escándalo del arte moderno.

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(las citas corresponden todas al "América" de Baudrillard. Menos la de Nietzsche, obviamente) 

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